
Sí llegué con margen para tomar posiciones frente al escenario donde los átomos pamplonicas descargaron su arsenal de infeccioso funky. Funky guarro y bailón. Y, pese a la tocada voz de Rober y a las malas sensaciones descritas por Iñigo Firehead en el cuarto de baño de un antrazo cercano, mi visión del concierto fue ajustada a los cánones de su idiosincrásico directo: soul sudoroso, ritmos frenéticos, poses chulescas, frescura norteña, funk retozón y contagiosas dosis de buen rollo. Su nuevo Amateur Universes sonó contundente, el saxo tenor de Joe rugió hasta recordar la hipnosis que producía el de Dana Colley de Morphine, Iñigo agitó las maracas ceñidas a su pelvis y la banda se lo pasó tan bien como un público que empezó frío.
Decir que Atom Rhumba es de lo mejorcito de este país comienza a ser un eufemismo hasta irritable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario