La factura de American Gangster no es del todo rebatible. La interpretación de sus dos famosos actores desborda profesionalidad. La historia es jugosa. ¿Qué coño le falta o le sobra entonces a una peli donde se juntan tantos factores tan atractivos a priori? En mi opinión le sobra metraje, aunque no es el peor de sus defectos pues las horas pueden pasar volando si la dicha es buena. El ritmo, de una densidad sostenida en sensibles altibajos y arreones que incluso coquetean con el letargo, tampoco ayuda. También le sobra ambición, la de un tipo que anda a la búsqueda de Óscar tras Óscar y pretende, a través de una recopilación de planos y secuencias arquetípicas del género, legar su particular El Padrino o Godfellas –mientras Coppola trasciende el género y Scorsese lo representa en su quintaesencia, Scott se limita a fusilarlo al pie de la letra-. Y ahí es cuando percibo lo que le falta. Le falta alma. Y magia.


Eso sí, háganse con el último disco de Jay-Z. Ése sí que es un trabajo a la altura.
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