Ya no es cuestión de poner en solfa la credibilidad de los mal llamados debates. Lo más indigesto es soportar los post-debates. En los programas y espacios correspondientes, cada hinchada sigue a lo suyo desde su trinchera. No me hace falta haber visto ninguno de los dos enfrentamientos, pues ya sé quién ha ganado antes de hacer zapping. A un lado, vocean los hooligans del de la barba sin hacer concesiones. Al otro, los del de las cejas, al mismo ritmo, sin mirar atrás, ni a un lado ni al otro. Cada bando, exhibe sin pudor sus falacias y medias verdades sin reconocer un ápice las mínimas certezas en positivo del contrario. Miguel Ángel Rodríguez, Ernesto Ekaizer, PJ Calvorota, Margarita Sáenz Díaz, Melchor Miralles... Editores, directores adjuntos, periodistas, analistas y profesionales reputadísimos, cada cual con su papel aprendido y mascado para regurgitarlo ante las cámaras y micrófonos. Una vez más, el cuarto poder en la palestra.
No deberían prohibir los debates entre uno y otro, por muy rídiculos que éstos sean (los candidatos y los debates en sí mismos), sino las manifestaciones en forma de post-debates, todo un ejercicio de descomunal demagogia y parcialidad descarada. Con un poco de suerte, los ciudadanos podríamos pensar por nosotros mismos, que falta nos hace.
Es la televisión también.Ya no saben como ocupar los espacios.No exite el debate sino que antes que se debata se planteo la antesala del debate y el debate no sirve porque las conclusiones se sacaron anticipadamente y no deja espacios para reflexionar.
ResponderEliminarAy, Julio, cuánta razón tienes... Pero llegas un poco tarde a cuenta de un debate que se celebró en marzo del año pasado. En cualquier caso, bienvenido!
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