Antes de asistir mañana a la sesión gamberra de los Eagles of Death Metal, de la que daremos aquí buena cuenta sabe dios cuándo, y antes de embarcarnos en un viaje a la Londres polar (venga a nosotros la ola de frío europea), os planto un recordatorio del último periplo, el que nos hizo descubrir las estancias emocionales de El Convento de Mave.
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