
Luego hay más, mucho más: “Su excelencia se amilanó. Y cuando digo amilanó me refiero a Mila Ximénez.”, “¡Dios mío, yo pensaba que con aquel tipo por fin iba a entrar en los anales de la historia y en realidad iba a entrar en la historia de los anales!”… Ay, el doble sentido y el arte de los jeribeques lingüísticos no tienen secretos para ellos. Por no hablar de sus teorías universales, auténtico motor de su liderazgo: impagable su clasificación de chicas MAWs (Model-Actress-Whatever) o esta pequeña disección de uno de sus temas predilectos: “Durante los ochenta la cocaína había sido la gasolina de Hollywood. Lo tenía todo: era fantástica para romper el hielo, estimulaba la conversación y el intercambio de ideas –la mayoría absurdas, claro-, incrementaba el apetito sexual ¡y te mantenía taaaan delgado!”
Por las páginas de la tercera parte de Le Bon Vivant N.5 (La Pirámide de Visas de Adamantio) desfilan personajes como Chevy Chase, Espartaco Santoni, Krafwerk, Dennis Hopper, Don Simpson (por encima de todos, él), Robert Evans, el Sultán de Brunei, Jaime de Mora o Truman Capote, así como viejos conocidos como el modelo Fabio, Giorgio Moroder y su mini-sintetizador Moog, o el Yeyo (casi como personaje central de la historia), todos ellos ya presentados en los anteriores capítulos.
Para que no se deslicen hacía la crítica banal, también he de decir que encontramos anécdotas simpáticas expuestas con rigor y veracidad. Como la que atañe a Whoopy Goldberg en la entrega de los Oscars: “refiriéndose a las actrices nominadas a Mejor Actriz principal, comentó: “Elisabeth Shue interpreta a una prostituta en Leaving Las Vegas. Mira Sorvino interpreta a una prostituta en Poderosa Afrodita. Sharon Stone interpreta a una prostituta en Casino. ¿Se puede saber cuántas veces ha votado Charlie Sheen?” O la protagonizada por un desmejorado Dennis Hopper en uno de los muchos informes recogidos en el acalorado estudio de Caroline Waxter: “Era una noche calurosa: salió a pasear un rato y pronto se sorprendió a sí mismo caminando fuera de los límites de la ciudad, quitándose la ropa, riendo como un chiflado. Se pasó toda la noche corriendo desnudo por la selva, viendo como sangruelas se introducían bajo su piel y serpientes se enroscaban a su cuello. Recuerdo sus palabras, cómo me lo contó. “Pensé que la Tercera Guerra Mundial había estallado y salí desnudo a buscar soldados a Suramérica. Al mismo tiempo seguía las luces de una nave espacial en el cielo (…) De vez en cuando me detenía delante de un árbol y me masturbaba y me convertía en una galaxía”.
En fin, qué más puedo decir, tan sólo despedir este post brindando con uno de los cócteles acuñados por nuestros héroes, el Polonio Sunrise. ¡À la vôtre! ¡Larga vida a Le Bon Vivant!
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