lunes, mayo 08, 2006

Madrid vive días convulsos, agitados y primaverales. La capital del reino, inmersa en el adecentamiento faraónico de su fisonomía y en el reordenamiento urbano de sus barrios, piensa en verde. Pero no sólo porque a sus ciudadanos les apetezca una Heineken bien fresquita, que también. Ni siquiera por sus desvelos medioambientales, inherentes al cogollo museístico de nuestro frondoso Paseo del Prado, con baronesa incluida, de copa en copa... de árbol. Que también. La cosa tiene más que ver con el asfalto humedecido entrecortadamente en verde y azul. Y he aquí una muestra más del desespero colectivo. Una nota expuesta tras la luna de un coche cualquiera de un ciudadano cualquiera, pero no en un barrio cualquiera sino en uno que delimita el dibujo fronterizo de este nuevo Madrid nuestro, el del parquimetrazo. Ah, y juramos que dicho coche no estaba multado en el momento de reparar en la nota. La picaresca es la picaresca, oyesss.

Estimado controlador de la ORA:
Espero que tenga a bien leer esto antes de sancionarme por la infracción que voy
a cometer.

Entiendo que la regulación del aparcamiento es necesaria en algunas zona
(no en ésta) y que usted tiene que cumplir con su trabajo, pero
por favor,
sea usted comprensivo y solidarícese conmigo porque debe
usted entender
que no puedo permitirme con mis 22 años estar pagando
todo el día el parquímetro.
Mi novia vive aquí y yo fuera de Madrid y, por tanto, tengo que venir a verla en coche.
Si tuviese que pagar el parquímetro ¿cómo cubro,
además, el cine, las cenas,
las copas, la gasolina...? No podré
asumirlo y mi novia me dejará, y me niego a
que el ordenamiento
municipal impuesto por el señor Gallardón acabe con mis
relaciones
afectivas.
Es duro decirlo, pero de sus multas dependen mis relaciones sentimentales. Por
favor, téngalo en cuenta y ayúdeme pasando por
alto, que ya pagaré mis
impuestos cuando cotice.


Sinceramente agradecido. A. B.

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