miércoles, mayo 26, 2010

Hotel itinerante y planes de futuro

Esta mañana hemos sido testigos de la llegada del primer hotel ambulante de Europa. Como parte de la estrategia promocional del grupo Accor para lanzar su marca de hoteles urbanos y económicos All Seasons, ha comprimido en la caja de un trailer una habitación tipo de este tipo de establecimientos y lo ha embarcado en el All Seasons Tour, una gira que comenzó el 17 de mayo en París y que finalizará el 24 de junio en Bruselas. Entre medias, el camión repostará junto al Castillo Sforza de Milán o en el Centro Sony de Berlín. Tras su paso por Los Campos Elíseos y el corazón de Toulouse, el hotel sobre ruedas ha echado el freno en Madrid. Próxima parada: Roma. Además, un concurso organizado por la cadena da la posibilidad de pernoctar una noche en esta habitación y amanecer en su escaparate.



Por otra parte, informar que Repámpanos cubrirá -como participante en los talleres fotográficos organizados por PhotoEspaña- la primera edición de Solar Decathlon Europe 2010, una competición universitaria internacional en el que se valora la puesta en práctica de proyectos de Arquitectura Sostenible. En esta ocasion, 20 viviendas solares se instalarán entre el 17 y el 27 de junio junto al río Manzanares.

Pero antes, la bitácora huirá un año más al Primavera Sound porque no quiere perderse a bandas como The Fall, Wire, Pavement, Shellac, Pixies o Titus Andronicus. De hecho, ya he metido en la maleta mi disfraz de indie profesional. Saludos anticipados desde Barcelona.

jueves, mayo 20, 2010

Exilio en la dolce vita

Feliz en el exilio

Escucho los temas extras de la reedición del Exile On Main Street, el mítico disco de los Rolling Stones que motivó un documental que hace un par de días se pasó por primera vez en nuestra televisión coincidiendo con su presentación en el festival de Cannes. Yo lo ví ayer y, a pesar de que no me conmocionó, todavía resuena en mi cabeza la pegajosa música de aquella grabación. Para empezar, el resultado del doble álbum lanzado en 1972 como una colección algo inconexa de canciones grabadas principalmente un año antes en la mansión de Nellcôte, en la Costa Azul, sigue sonando con toda su vigencia. La que fue vituperada obra de una banda excesivamente relajada en sus excesos, con el tiempo pasó a convertirse en pieza de culto para muchos que al principio sólo adivinaban un collage torpemente dirigido por un Keith Richards pasado de caballo. Como afirma de manera ácida Jack White en la película, se trata de un disco con temas inetiquetables, algo que críticos y periodistas odian.

Más allá del poder de la música contenida en aquel artefacto infeccioso, sucio, desordenado e inmortal, Stones in exile aparece en un formato demasiado comprimido para poder reflejar la intensa y publicitada convivencia del grupo en la villa francesa. No puede centrarse en la leyenda, no puede echar mano de documentos filmados porque casi no se produjeron, no se adentra en el morbo de las pantagruélicas dietas a base de drogas y alcohol, no hay demasiados testigos de aquella Sodoma y Gomorra que den la cara, no hay excesiva chicha. Tan sólo, que no es poco, se medio comprenden las (precarias) condiciones en las que se dieron unas maratonianas jornadas de grabación sometidas al peculiar biorritmo de Keef. Sus declaraciones más expresivas de lo feliz que llegó a ser ejerciendo de anfitrión de decenas de músicos, estrellas del cine, gorrones, colgados, yonquis y desconocidos que pasaban por allí: "era el sitio perfecto. A un lado, Marsella y su facilidad para encontrar sustancias prohibidas; al otro, Italia y la mafia". Sí, el paraíso. Un niño de ocho años encargado de liar porros en serie. Un tipo que confiesa el haber entrado en la casa a pasar una tarde y quedarse seis meses. Cosas de esta troupe de gitanos del rock. Por lo menos queda clara la confrontación Jagger-Richards ("Mick es rock, yo soy roll", dice el guitarrista), la influencia bluesera a la hora de pergeñar el disco, así como el ambiente de decadencia en el que se convirtió la fiesta de pijamas, entre muebles dieciochescos y mujeres con las tetas al aire.

Dos enamorados... Ah, no, que es Gram Parsons

Pues vaya aburrimiento...





Una pena no poder comparar el documental de Stephen Kijak con el Cocksucker Blues, la peli semicensurada que dirigió el fotógrafo Robert Frank (el mismo que diseñó la portada del Exile On Main Street a partir de fotogramas de Super 8) sobre la gira de los Stones por Estados Unidos en 1972. Sus satánicas majestades ya habían dejado su exilio en la dolce vita y se habían lanzado de nuevo a propagar la palabra prohibida.

martes, mayo 18, 2010

Robin Flynn


Antes de nada, que conste en acta que se trata de una de mis historias preferidas de siempre. Además, no es la primera vez que en Repámpanos nos centramos en ella. Más que el tema de robar a los ricos para dárselo a los pobres, lo que me atrajo de la leyenda de Robin Hood fue que en realidad era Errol Flynn en leotardos de la Rana Gustavo. Hubo otros antes y muchos otros después, pero para un servidor aquel héroe tenía la sonrisa y los rulos del actor de aventuras por excelencia (con permiso de Douglas Fairbanks que además también lo interpretó más de una década antes): el pícaro de Tasmania. Evocar la vigorosa película dirigida por Michael Curtiz en 1938 significa retrotraerme al cine de verano de La Chopera y a las viejas teles en blanco y negro que por entonces se gastaban en mi casa y en la del pueblo familiar. The Adventures of Robin Hood, o mejor, Robin de los Bosques, siempre olerá a tierra mojada de fin de verano y siempre me hará sentir la calima nocturna de aquellas noches del Retiro. Es, sin duda, mi película más querida de todos los tiempos.

Pinchar aquí para ver el duelo final entre Robin Hood y sir Guy, una de las mejores escenas de espadachines de la historia del cine.

Alrededor de Robin de Locksley, de las pugnas entre sajones y normandos, entre Ricardo Corazón de León y su hermano Juan sin Tierra, también guardo recuerdos de la versión animada de Disney, de su aparición en el Ivanhoe de Robert Taylor y, sobre todo, de la cassette de los CuentaCuentos, aquella imborrable colección de cuentos y cintas habladas de Salvat que todavía conservo. Luego Richard Lester rodó Robin y Marian para años más tarde Sean Connery recliclarse de Robin maduro en perfecto rey Ricardo en el Príncipe de los Ladrones, con Kevin Costner de todos los santos en el papel del afeitado arquero y con un estupendo elenco de secundarios, al mismo tiempo que se lanzaba una tv movie mucho más cutre. Incluso Mel Brooks se atrevió con una parodia.



Y así llega el bueno de Ridley Scott, al que hace tiempo le perdí la fe, y se presenta en Cannes con una nueva versión del mito, mucho más veritè y en la que precisamente los franceses no quedan muy bien parados. El director de Blade Runner y Alien (me quedo con las ganas de ponerlo en duda) consigue que las dos horas y poco que dura su película se dilaten mentalmente mucho más aburriendo a las ovejas (perdón, a los corderos, que de ellos trata bastante). Desprovisto de toda picardía y sentido del humor, este Gladiator inglés se pasa a la épica que es donde Scott suele chapotear porque el hombre, hay que reconocerlo, sigue rodando como dios. Además, todo el rigor de una historia que pretende redescubrir queda aniquilado con detalles como los que abundan en su desenlace final, una batalla a lo desembarco de Normandia versión Soldado Ryan en la que unos niños desnutridos -la licencia poética con la que trata de enlazar a Robin con el bosque de Sherwood- se lanzan al combate a lomos de unos encantadores ponis y liderados por una Marian, antes granjera, ahora guerrera, de armas tomar. Todo un desperdicio que en ocasiones entretiene pero que no hace justicia a un personaje que siempre sonará a carcajada de Errol Flynn.

lunes, mayo 17, 2010

MadridFoto

Ayer finalizó la única feria española dedicada a la fotografía y el arte audiovisual: MadridFoto. Estuvimos en ella, entre stands y stands de galerías, entre la obra de jóvenes promesas, figuras consolidadas y mitos del siglo XX. Os dejo una pequeña muestra de lo que más nos llamó la atención, simplemente a modo de recordatorio visual.
(pinchar en las fotos para verlas en tamaño original)

The Shining del mexicano Arturo Zavala


La poética serie Granpa Goes to Heaven de Duane Michals


Las polaroids de Andrei Tarkovski, el director de cine ruso


Las bolsas de plástico de Huang Xu


El delicioso blanco y negro de Josef Hoflehner


Las fotos-teatro de Oswaldo Ruiz


El gorila de Mikel Uribetxeberria


Las estilizadas estructuras arquitectónicas de Aitor Ruiz



Las serie de pájaros de Carolyn Marks Blackwood


Los apocalipsis terrenales, bélicos y humanos, de Álvaro Ybarra Zavala



Las originales imágenes de sincro de Alinka Echeverria


Las 3D de Robert Morat


Las oníricas angulares de Israel Ariño


El perro saltarín de Álvaro Sánchez-Montañés



Además: Fernando Bayona, el Lachapelle español, las macro de Rafael Navarro, La España de los cincuenta de Christer Strömholm, la Barcelona de Colita, el retrato de Isabella Rossellini de Mapplethorpe, los 27.000 euros de uno de los paisajes perfectos de Ansel Adams...

lunes, mayo 10, 2010

Un robo con nostalgia

Este fin de semana se volvía a la escena del crimen. Otra final y los fantasmas de un equipo perdedor. En 1996, París fue escenario de uno de esos atracos deportivos que hacen historia. Cuando faltaba menos de un minuto para que el Panathinaikos se alzara con el título de campeón de Europa, uno de sus jugadores más célebres, el insigne Giannakis, perdía un balón absurdo que botando, botando fue a parar a manos de Montero cuya reacción, iluso él, fue la de soltar una inocente baldejita que hubiera dado un vuelco al partido. Con cuatro segundos en el cronómetro, el bicharraco Vrankovic se alzó hasta contactar con el balón e impedir la canasta. Aquel balón tocó claramente el tablero pero el árbitro principal prefirió dejarlo correr y dejar que se esfumaran las esperanzas de un equipo que se había estrellado año a año contra su destino. De las finales memorables con Kukoc de verdugo a la paliza de un año después de ese fatídico tapón precisamente antes Olympiacos, el rival con el que se medio vengó ayer la afrenta pasada, hasta por fin ser campeones por primera vez en 2003. Un camino extraño y memorable que merece ser recordado.

Para siempre quedará este documento con Ramón Trecet en pleno ataque de histeria.



Curiosamente y casi sin precedentes en el deporte mundial, la FIBA envió una misiva en la que proclamaba al Barça "campeón moral" de la contienda. Esta carta se exhibe en el museo del club como una de las reliquias más codiciadas de su trayectoria llorona.

jueves, mayo 06, 2010

Consejos de viaje

Ayer volví a ver El Turista Accidental. Asistí a su estreno allá por los últimos años ochenta -sí, con un par mis papis me llevaron de la manita a ver una peli tan indescifrable para un mico todavía con los mocos colgando- y confieso que tenía ganas de verla otra vez. Lawrence Kasdan, la pareja William Hurt y Kathleen Turner que se reencontraba tras su fogoso encontronazo en Body Heat siete años antes, y el recuerdo de unas imágenes nubladas y sombrías que reconozco no me dejaron una huella definida. ¡Estaría bueno que con poco más de diez años me hubiera gustado El Turista Accidental! Menudo ser repelente estaría hecho, seguro que mi vida se habría convertido en una especie de triste existencia al estilo de la de Macon Leary, el personaje interpretado por Hurt, un actor que siempre me ha intrigado, tal vez por mi densa influencia del cine de aquella década en donde él brilló y tuvo su apogeo. El beso de la mujer araña (Oscar incluido), Hijos de un dios menor, Reencuentro y, mi favorita claro, Fuego en el cuerpo (ambas también con Kasdan).
Total, que aunque la persona con la que compartí el visionado de la peli se me desnucara sobre el hombro a mitad de metraje y a pesar de que no terminara de encajarme del todo ese tono excéntrico en el que a veces parece sumirse la historia y que llega a parecerse a una especie de parada de los monstruos versión vecinos de mediana edad, me sedujo el retrato del protagonista cuyo trabajo consiste en ser un peculiar escritor de guías de viaje. La descripción de su manera de proceder, con esa voz en off tan ausente, nos recuerda a las rutinas del personaje de George Clooney en Up in the air, película mucho más luminosa, por supuesto. En El Turista Accidental vemos al prescriptor Macon Leary inspeccionando grises hoteles y tomando notas sobre la comida local o, sin ir más lejos en el mismo arranque de la película, dando consejos sobre cómo debe ser la maleta del perfecto viajero, ese que lo mismo debe saber pasar la noche en la terminal de un aeropuerto que debe incluir en el maletín un traje que no desentone en un funeral. Porque nunca se sabe.

lunes, mayo 03, 2010

Cosmonauta


La Vostok 100 tiene una masa de 4.713 kg, una inclinación de 64,95°. Su Periodo orbital es de 88,30 min. El viaje arrancó a las 12:02, en posición inicial en la fecha requerida. La duración real de despegue fue de 357 segundos. La duración del viaje: Desconocida. La misión consiste en avanzar. Somos la misión humana que alcanzará los lugares más remotos que hasta ahora se hayan alcanzado. Nuestro objetivo es recapitular información y conocer el vasto universo.

Estas son las primeras líneas de presentación con las que Cosmonauta saluda al mundo desde su nave de pop espacial o, como también la han llegado a definir, de psicodelia soviética. Más atmosférico enlatado, más orgánico en vivo, el grupo tendrá tirón y futuro. El viernes pasado aterrizaron de nuevo en la sala madrileña Contraclub para presentar las canciones que formarán parte de su primer disco. Con las limitaciones de espacio y medios, sonaron frescas y trabajadas. Después de ganar la final del Rock is Record, Cosmonauta sobrepasará los límites de la velocidad absurda.

Cosmonauta son:

NIKOLAY PETROV: Batería y coros
LUDOVICH BOGDÁNOV: Guitarra, xilófono y coros
DAVIDOVICH KARENSKI: Bajo y coros
ILIA IGNATIEV: Guitarra, teclados y coros
MIJAIL VALÚEV: Voz y guitarra