Reconozco que Boardwalk Empire es una de las pocas series sobre la que me he impuesto la autodisciplina de esperar cada semana el estreno de un nuevo capítulo sin caer en la tentación de acudir a la pecaminosa red para descargarme la temporada enterita. Sigo el ritual. Cuesta, pero lo sigo. Una dosis semanal de crimen en Atlantic City no está mal, teniendo en cuenta las decenas de productos a los que puedo estar enganchado.
El caso es que no descubro la pólvora si creo encontrar similitudes en la construcción de los personajes centrales de dos de las series más relevantes de los últimos tiempos. El Nucky Thompson de Boardwalk Empire y el Tony Soprano de The Sopranos guardan un fino pero sólido cable de unión. Por supuesto, ambos títulos nacen de la factoría HBO, incubadora de mentes y plumas privilegiadas para el medio televisivo, e incluso comparten créditos literarios y de producción. De ahí es fácil inferir otros paralelismos. Uno de ellos es, sin duda, la empatía que el espectador llega a sentir por los dos padrinos. Son dos líderes de organizaciones delictivas que, cuando no están involucrados en sus actividades de extorsión y matonismo, comparten situaciones cotidianas en las que resultan hasta entrañables. Hay identificación.
Por otro lado, a menudo se ven rodeados de patanes y de una cohorte de gente incompetente que les lleva a sufrir y a frustrarse, y el espectador con ellos. Se pone en su lugar y entiende su desazón. Es lo que tiene la buena ficción. El mirón obvia, o incluso siente fascinación ante determinados aspectos de la personalidad -un asesinato a sangre fría aquí, un comportamiento psicópata allí, un deje totalitario allá- que en la vida real serían algo más prioritarios. Ya que mata alguien, que mate nuestro jefe. El puto jefe, claro.
Nucky y Tony también comparten el pasarse media serie entre sábanas y en ropa interior. El capo debe demostrar su virilidad y sus dotes amatorias, y ya sea en el cuerpo de un oso pardo -Tony Soprano- o en el de una comadreja -Nucky Thompson-, ambos responden.
Un penúltimo punto de conexión es el interior de cada uno, su psicología, el pasado. La madre diabólica que desespera a Tony haría una magnífica pareja con el padre autoritario de Nucky. Este hilo traumático con la infancia y con la familia no es trivial sino decisivo en la fundación y forja de todo avatar mafioso.
Tras muchas obviedades, no me queda más que esperar al capítulo siguiente de Boardwalk Empire para continuar descubriendo nuevos lazos entre dos criaturas impagables.