jueves, abril 28, 2011

El color de La Misión


Un poco de paz, un poco de mesura, un poco de equilibrio entre tanto ruido. Mourinho lo contamina todo, es veneno para nuestra sangre latina. En un día como hoy, mejor trasladarnos al barrio más colorista de una de las capitales del color en el mundo: San Francisco. Hermanos, ¡vayamos a La Misión de Frisco!
Aprovechamos el magnífico artículo publicado por nuestro colega Jordi Pastor en El Viajero para hacer de puente hasta este gran semillero de artistas, lienzo callejero de grafitis y murales, el barrio latino donde se fundó la Misión de San Francisco de Asís, en pie todavía por la gracia de la Mission Dolores. No reproduciremos de nuevo el extenso recorrido que Frente al mismísimo diablo en San Francisco nos lleva a visitar los callejones más ilustrados del barrio, sus edificios dibujados, sus inscripciones más curiosas o sus tiendas más molonas, sino que simplemente queremos hacer una llamada a emprender tal viaje con el que descubrir el arte del pueblo.

Pinchen aquí para la galería de fotos del artículo.

Street Art San Francisco: Mission Muralismo (toda una enciclopedia ilustrada con un catálogo exhaustivo de los murales)

domingo, abril 24, 2011

Hacer el beduino en el desierto de Jordania


Nos lo sopla la revista Wallpaper en su última edición. Si todo va bien, a finales de 2014 descubriremos una colosal obra que se lleva proyectando en pleno desierto de Jordania. Las hoscas montañas de Wadi Rum, en el Valle de la Luna, albergarán un sobrecogedor concepto de lodge firmado por el arquitecto Chad Oppenheim, para algunos, todo un minimalista romántico. Aquí podemos admirar unas cuantas simulaciones de Desert Lodges -así se llama por ahora el invento- que nos trasladan a realidades imaginarias como las de algunos pasajes de Blade Runner. Dramático, emocional y sostenible, así será el resultado de este hotel perfecto para jugar a beduinos. Como si John Lautner escavara y esculpiera sus casas de Los Angeles en roca y arena del desierto.





miércoles, abril 13, 2011

Vida... en pocas citas (I)

                             

                         

Dos vidas distintas pero igualmente únicas. La de Sidney Lumet se agotó el pasado sábado y ya no nos quedará más que rememorar su puñado de obras maestras filmadas a lo largo de cinco décadas. Casi ná. Riguroso, serio, respetuoso, inteligente, hondo. Así era su arte. Amargo incluso al final de sus días. Conservo con cariño el ejemplar de su también ejemplar Así se hacen las películas, el libro más conciso y revelador sobre el oficio que pueda encontrar uno en cualquier estantería de todo aficionado al cine o aprendiz a director. Me lo regaló precisamente un tipo que daba sus primeros pasos detrás de la cámara. A él le cambió la vida. Vida, así de simple quiso llamar a su autobiografía Keith Richards, el otro gigante que acude a esta cita. De citas va la cosa, porque les obsequiamos con algunas de las más jugosas que pueblan los primeros capítulos de este libraco repletito de anécdotas, confesiones, burradas, experiencias inolvidables, lecciones vitales, chorradas varias, episodios difusos, opiniones espinosas y emociones a flor de piel. Un pedazo de oda al rock&roll.


Y dentro te encontrabas con un grupo tocando, un trío, unos cuantos negrazos y unas tías bailando con billetes sujetos en sus tan¬gas. En cuanto entrábamos se hacía un gélido silencio porque éramos los primeros blancos que veían allí, pero sabían que la energía era de¬masiado potente para que la alterase un puñado de tíos blancos, sobre todo si no tenían pinta de ser de por allí. Así que a ellos les picaba la curiosidad y nosotros acabábamos como en casa. Lo malo era que luego había que volver a la carretera («¡joder, podría haberme quedado aquí días enteros!»). Tenías que largarte, y unas encantadoras señoritas negras te apretujaban entre sus inmensas tetas para despedir¬se. Cuando salías a la calle estabas empapado en sudor y envuelto en una nube de perfume. Nos metíamos en el coche y arrancábamos con nuestro delicioso olor y la música desvaneciéndose en la distancia.


Primero tienes que conocer de verdad a la muy cabrona. Y hasta te vas a la cama con ella si no tienes chica en ese momento, que además la forma es perfecta.


Si hubiera ido al ejército, a estas alturas ya sería general, porque no hay forma de pararle los pies a un troglodita: cuando me pongo, me pongo.


Es una sensación impagable. Y llega un momento en que te das cuenta de que realmente has abandonado el planeta durante un rato y de que eres intocable flotando a varios metros del suelo porque estás con otros tíos que quieren hacer exactamente lo mismo que tú y, cuando funciona, eso te da alas (...) Es como volar sin licencia.


El maravilloso arte de tejer el sonido de dos guitarras , el weaving, empezó ahí también. Caes en la cuenta de lo que puedes hacer tocando la guitarra con otro tipo, y que los dos juntos elevan a la enésima potencia lo que se puede lograr, y luego añades más gente.


Y entonces Eric dejó a los Yardbirds, se marchó de sabático seis meses , volvió convertido poco menos que en Dios, y todavía andan con esa creencia, a ver si se les pasa la fiebre.


A los diez minutos de salir al escenario empezaban a pasarnos por delante los cuerpos inertes de fans que habían perdido el conocimiento de la emoción, eso no fallaba. A veces incluso las dejaban poco menos que apiladas a un lado porque había demasiadas, ¡era como el puto frente occidental! (...) Me acuerdo de salir al escenario cuando ya habíamos terminado y la sala estaba vacía, ya habían recogido la ropa interior que nos habían tirado y demás. Andaba por allí un empleado ya mayor, el vigilante nocturno, que al verme me comentó: “Muy buena actuación, no ha quedado ni una sola butaca seca” (...) Aquellas tías se agolpaban allí abajo, sangrando, con la ropa desgarrada, las bragas meadas...


Es el mejor consejo que me han dado jamás: me pasó una pastillita blanca, una anfetamina y un porro. Así es como nos apañamos: te tomas una de éstas y te fumas uno de éstos.


Cada vez que tocábamos (todavía lo sigo haciendo a veces) me daba la vuelta y decía: ¿ese ruido lo estamos haciendo sólo ése de ahí y yo?


Lo que en realidad conseguimos fue recuperar el gusto de los americanos mismos por su propia música. Seguramente ésa era nuestra gran contribución a la música, el haber conseguido que los cerebros y oídos de los blancos dieran un volantazo para cambiar de dirección. No diría que lo hicimos nosotros solos porque si no llega a ser por los Beatles seguramente nadie habría logrado derribar esa puerta.


La primera vez que tuve el cañón de una pistola apuntándome entre ceja y ceja fue, creo, en los servicios de caballeros del Civic Auditorium de Omaha, Nebraska (...) Al poco tiempo me agencié una Smith & Wesson del 38 especial. Aquello era el Salvaje Oeste, ¡y lo sigue siendo! Me la compré en un bar de camioneros por veinticinco dólares, munición aparte.

jueves, abril 07, 2011

Los malotes se visten de gángsters

"Los Ángeles. 1934. Tiempos difíciles." Imposible no reconocer la voz cavernosa de Mike Ness, líder de los californianos Social Distortion. Ya anticipamos hace unos meses el lanzamiento de su nuevo disco, precisamente titulado Hard Times and Nursery Rhymes, y ahora que está calentito, corremos la voz de este curioso artefacto basado en el single Machine Gun Blues. Se trata de un trailer que anuncia el futuro estreno de un cortometraje con la banda y dicho single como protagonistas. Una delicatessen a la que no nos tienen acostumbrados pero que a buen seguro, como suele decirse en estos casos, hará las delicias de sus fans, esos que todavía siguen al grupo en legión a pesar del paso del tiempo, de su lógica transición desde sus orígenes punk a su más rockera y clásica contemporaneidad. Muchos años en la batalla, algún que otro miembro en la cuneta de la vida, y mucha esencia del rock and roll más pintón y tatuado a fuego, esencia destilada con pose de costa oeste, pero embadurnada en raíces añejas, sureñas, incluso british. Todo un bandón de rock and roll que ahora anda metido en divertimentos como el de disfrazarse de elegantes matones de los peligrosos años veinte y treinta, para dejar por un rato de empuñar guitarras y soltarse a metrallazos algo más reales. Como si de Enemigos Públicos se tratara, como si Michael Mann estuviera detrás de las cámaras, el pildorazo promete acción y gente bien vestida. De fondo, Machine Gun Blues. Que la disfruten, esperemos que tras el estreno en Estados Unidos podamos hacernos con esta golosina.