miércoles, septiembre 30, 2009

Fuera de lugar

Todo dispuesto para el asalto. Preparados, listos...

Llevo unos días de mucho arrime, lo confieso. Mi actividad laboral, bajo epígrafe indescifrable, por lo general autónoma, no por ello independiente, me permite recibir un chorreo incesante de invitaciones amables a cócteles, actos, presentaciones, desayunos, comidas, inauguraciones y otros saraos de prensa y más o menos alto copete en los que la gran mayoría se libra el acuerdo tácito del: “tú cuéntame lo que quieras que yo zampo por la patilla”. Quien dice alimentar el buche, dice embolsar algún producto, regalo promocional o de empresa, obsequio o prebenda. ¿Podemos llamar a esta práctica soborno? Depende. Las formas más o menos exquisitas en según qué casos libran de llamarlo de esta manera tan grosera, pero la fórmula es más vieja que la del cocacolo. Sin embargo, no me interesa comentar ahora este intercambio de favores, sino el acontecimiento social en sí. El acto, con perdón. Aprovecho, además, que Juan José Millás pasa por el Pisuerga –tantas veces lo hace- con su artículo publicado este último fin de semana en la revista dominical de El País, dedicado a una fotografía aislada y que en este caso llevaba por título Identificaciones, para unirme a sus reflexiones desde mi experiencia personal. No soy yo criatura adaptada al hábitat que nos ocupa, pues digamos que el no contar con las habilidades y técnicas necesarias para el desenvolvimiento social más básico, hace que tales carencias se vean potenciadas en situaciones limitadas a espacios cerrados y reducidos, provistos de otros seres extraños con los que se supone que hay que interactuar. No todo el mundo vale para ser gorrón, categoría elevada por algunos a profesión. Como no todo el mundo vale pare ser un simple contertulio de cóctel. Sin ir más lejos, hoy mismo me he visto deambular de un lado para otro canapé en mano, sidrina en la otra, a la búsqueda de una mirada de mero reconocimiento, de empatía circunstancial, entre grupos sellados de seres uniformados sabedores de que el individuo indefenso fuera de la manada que merodea al acecho es un excluido, un don nadie, un gorrón amateur. Cuando tienes suerte y entablas conversación, lo más normal es que aflore la banalidad, el pensar para tus adentros, y para los suyos: “¿Y este quién es?” Cuando encima tu edad y tu atuendo no están del todo homologados, amigo mío, estás perdido. El síndrome de las hijas de Zapatero o algo peor te persigue. “¿Y este (que no sé quién es) por qué está aquí?”
El alcohol ayuda, claro. Y el tabaco, al menos en mi caso. Si la reunión lo permite, me fumo hasta los muñones. Y el móvil, siempre alerta, a la que salta, operativo al máximo para echar mano de él a la menor ocasión, o sea, siempre. Las manos, siempre ocupadas. Canapé. Copa. Cigarro. Móvil. Servilleta para no convertirte en un puerco amateur a las primeras de cambio. Los corrillos hablan, te han detectado, el que no da abasto con las manos es el amateur. De poco sirve ir acompañado, que conste. Te desahogas, te ríes cuando tampoco te hace gracia nada, miras a la gente con menos disimulo, pero da igual, todo sigue siendo más o menos igual de triste y desolador. Tal vez valga el entrenamiento. Yo siento que he llegado tarde y que ni en las fuerzas especiales de cualquier embajada en las colonias británicas. Esto del cóctel es muy duro, oiga. Pero qué buena está la comida y qué pedo llevo.

martes, septiembre 29, 2009

Españoles y comportamientos humanos, 2ª parte

… Y luego sintonizo Telemadrid y me trago un cacho de ese bonito espacio a mayor gloria de Sánchez Dragó y contemplo a dos carcamales, Boadella y el susodicho, chapoteando en su afán de provocar por provocar, como esos ancianitos que al ver las orejas al lobo se dedican al gamberrismo y al caca-culo-pedo-pis porque la libertad es lo único que se pierde. Uno montando el número como siempre, el otro desubicado y forzando sonrisa traviesa que no hay quien se la trague. Extraña pareja liberal, vive Dios, cada cual con sus achaques, sus neuras y sus fobias. Que si a uno le da por privatizar hasta el Vaticano, que si el otro se encierra en un gigantesco y destemplado mausoleo teatral donde no parece estar del todo a gusto. Menos mal que a los dos siempre les quedará ese reducto irreductible del canal autonómico que tan bien les acoge para parlotear y desahogarse con sus monsergas zen llenas, por otra parte, de un amargado divismo. Pero tampoco lo puedo decir muy alto porque igual Dragó me reta a un pulso de virilidad y tampoco es eso. Que en realidad está hecho un minotauro al que se le empalma que no veas. Menudo es él. Lo dicho, menudo fin de semana.

lunes, septiembre 28, 2009

Españoles y comportamientos humanos


Uno de los garitos vallekanos propicios para hacer el siniestro o el punki o lo que se quiera.

La fuerza de una buena resaca potencia la sensibilidad y agudiza la percepción del comportamiento exhibido por el prójimo. Estoy convencido. Fue ser izado en grúa desde la piltra, aún poseído por los vapores del tequila, y disponerme a gozar de un fin de semana en el que he podido experimentar una vez más la desazón ante la presencia de seres incómodos a mi alrededor. Fue plantarme entre la marabunta del público de La Riviera que esperaba la salida al escenario de The Cult y detectar la escasa tranquilidad que me deparaba el evento. La pereza ante la horda sudorosa, gordinflona y viejuna me parecía infranqueable. Menos mal que Ian Astbury empezó a cantar y la apatía desapareció, sin por ello poder deshacerme de la legión de cachalotes alopécicos y nostálgicos que abrazados como niñas frente a un grupo coral de melifluos querubines batían sus grasientos brazacos al ritmo de She sells sanctuary , con el consiguiente peligro para mi integridad física. El concierto, bien. El público, como casi siempre, presente. Fantasías de un buen lanzallamas dirigido a diestro y siniestro se agolpan en mi cabeza al tiempo que trata de asimilar la ecuación resultante entre el concepto resaca unido al de concepto concierto de The Cult.
Al día siguiente, los madrileños, entre cuatrocientos mil y un millón –cifras que a día de hoy se han estabilizado pero que ayer se escuchaban y que es como decir, entre muchos y casi todos, o entre lo que puede ser y lo que a mí me da la gana-, se echaron a las calles felices y entusiastas para tentar a la suerte y agradecer a su alcalde los desvelos procurados durante los últimos años para hacer de su ciudad una postal virtual, un concepto mercadotécnico, una referencia, una entelequia. Desvelos que le ha llevado a dar unas cuantas vueltas al mundo pregonando, eso sí, la buena nueva de un Madrid chupi lerendi y que no por ello supone una dejación de sus funciones de primer gestor público de nuestras cosas. Total, quién iba a querer vivir estos días en una ciudad descuajeringada, insufrible, irreconocible, fea, invivible, si se me permite la expresión. Pudiendo coger la mochila y escaparse en business a predicar la palabra. Quién pudiera. Pero bueno, seguro que esto cambia en cuanto seamos los afortunados adjudicatarios de un acontecimiento que de olímpico tiene lo que los populares valencianos. Tufo corrupto del bueno. Claro, que también me fascina contemplar al rubiales de Almería al frente de todo el cotarro, con sus ricitos al viento, sus gorgoritos amordazables y sus cabriolas cruce entre un baile regional y un sucedáneo de arte marcial. Patada que te crío, bulería, bulería, viva España y a otra cosa, mariposa. Eto é increíble. O imprezionante, con zeta de presi, padre que se atreve a pasear a su prole satánica con semejante desfachatez –qué gran palabra ésta- como maniobra luciferina para desviar la mirada del impuestazo, también con zeta. Porque al fin y al cabo, que nos pongan una soga al cuello es lo de menos. Lo importante es el tipín que luzcamos en nuestro ajusticiamiento o la túnica elegida para posar con el verdugo. Si somos gordos y góticos, o siniestros o menores socialistas, nos merecemos lo peor. Hasta que nos suban los impuestos.

jueves, septiembre 24, 2009

El primer gintonic de la mañana

Esto de hacerse pasar por periodista tiene su miga. Te obligan a estar a horas intempestivas en lugares incómodos desarrollando actividades cuanto menos desagradables. Puede sonar a ironía si les cuento que hace unos días invitaron a los responsables de este blog a la presentación de un restaurante de hotel situado a más de 120 metros de altura sobre el nivel del suelo de la capital. Puede sonar a chufla pero no. Los corresponsales de guerra y nosotros. Pocos más. La gran obra florentiniana aturde a cualquiera y tras sortear los vericuetos subterráneos de un sistema de túneles interconectados, que ríete tú de la callecita de Gallardón, accedemos a las tripas de la torre Beckham. ¿O es la Figo Tower? Bueno, una de esas, bajo tapadera SyV, siglas de la empresa Sacyr-Vallehermoso. Una vez dentro del Eurostars Tower, cotilleamos el lobby majestuoso y diáfano del hotel, los pantallones Apple del ciber-corner y la zona de recepción presidida por unas impactantes luminarias de fibra óptica que caen en cascada. El conjunto se antoja sobrio, incluso industrial, pero con un toque chispeante. En seguida hacemos uso de uno de los muchos ascensores que vertebran el rascacielos y en un suspiro nos plantamos en la planta 30, oídos taponados mediante. El mareo nos lo ventilamos nada más enfilar el restaurante en cuestión, un espacio en donde se cambia la grandiosidad por el intimismo y el diseño juvenil de vanguardia. Bajo una instalación de mariposas rojas, con los paneles de la obra gráfica de Nina Boy a cada lado, en lo alto de las paredes laterales, el ágape o la comilona no escapa al vértigo de unas vistas impactantes. La sierra de Madrid como telón de fondo. Siete Picos y La Bola del Mundo al otro lado de la doble piel de cristal y vidrio que protege y templa el interior de la torre. Un gintonic para empezar. Menú degustación. Manos a la obra. Un culo de Macallan para terminar. Y con los efluvios del escocés de malta todavía haciendo su trabajo, de nuevo a bordo del ascensor que recorta aún más el tiempo de distancia en caída libre. Después, visita y repaso a cada uno de los rincones del hotel y luego, a casita que llueve. Lo dicho, hemos echado el día.





viernes, septiembre 18, 2009

La vida fotografiada

Como es tradición en Repámpanos, siempre acudimos a las citas importantes a destiempo o a última hora. Por los pelos nos ha dado tiempo a visitar la exposición de Annie Leibovitz traída a Madrid desde el Museo de Brooklyn y que lleva por título Vida de una fotógrafa, 1990-2005. La fotógrafa del rock y de las estrellas de Hollywood, la fotógrafa de los noventa por excelencia, demuestra con su retrospectiva que no se corta un cacho, que la libertad creativa es un privilegio y que su obra es, para bien o para mal, ni más ni menos, su vida entera. El recorrido, en el que el visitante se asoma tanto a su trabajo más publicitado como a las escenas cotidianas de su vida personal y familiar, no puede ser más pedagógico e inspirador pues acerca la cámara a nuestra propia realidad alejándose al mismo tiempo de la parafernalia y la puesta en escena. Admiramos a una espléndida Demi Moore embarazada, a Mike Jagger en escorzo sobre la cama o a Baryshnikov sostenido en vilo, a decenas y decenas de celebridades y de fotos míticas que saltaron del Vogue o la Vanity Fair al recuerdo imperecedero de gente anónima de todo el mundo, pero en donde realmente nos tomamos un respiro es en contemplar la rutina doméstica de su hogar, la intimidad de sus seres queridos, el transcurso de una vida en imágenes. La técnica y la composición queda muy lejos cuando es Susan Sontag la que agoniza. En estas fotos, al igual que en las de su padre moribundo, no hay estética como en las de Sarajevo o Ruanda (una de las fotos más estremecedoras que he visto en mi vida, aunque no pueda evitar que me recuerde a la portada del Beggars Banquet de los Stones, es la de las huellas ensangrentadas de una matanza de tutsis), tan sólo emoción y voluntad de seguir disparando hasta el final, poseída como estaba a veces por un trance propio de estar encuadrando la muerte más cercana, la de los tuyos.

La madre de Annie Leibovitz

William Burroughs

La maestría en el manejo del foco y de la profundidad de campo, la sensibilidad femenina de su universo más onírico y poético, el control del blanco y negro, tan típico de los noventa en manos de Avedon y Corbijn, queda un poco al margen al hilo de una disyuntiva que me asalta de vez en cuando: ¿realmente quiero fotografiarlo todo?, ¿es necesario siempre fijar mis recuerdos en un álbum de fotos?, ¿están estos recuerdos en las fotos o deberían partir de mi memoria? En cualquier caso, la exposición de Annie Leibovitz te implica. Puede tener algo de exhibicionista, puede ser honesta y valiente, lo cierto es que sea como fuere, obra y artista parecen merecer el mismo calificativo. Son la misma cosa. Para bien o para mal.

miércoles, septiembre 16, 2009

Si ya lo decía yo

Una foto que los papás de Megan Fox tienen en el recibidor de su casa.

Siempre atento a las noticias de mayor alcance, Rempámpanos continúa con su vocación de lideradgo cultural y espiritual. Con motivo de la carta que el equipo de Transformers publicó en la web de su director, Michael Bay, para poner a parir a la estrella Megan Fox, la cadena Ser se hace eco:

(...) Hace unos meses, Megan tuvo el descaro de definir a Michael Bay, director de la película como un auténtico 'Hitler'.

"Quiere ser como 'Hitler' en los rodajes, y así se comporta. Es una auténtica pesadilla trabajar con él, pero cuando le sacas del rodaje y no está en modo director, la verdad es que me gusta su personalidad porque es muy torpe, tan desesperadamente torpe", declaró Fox, refiriéndose a Bay.

No contenta con esto, también se atrevió a decir que Michael era "una persona nada sociable" y que le parecía "atractivo observarle". Al margen de las críticas al director, Megan no tuvo reparos en despreciar las dos películas de Transformers en las que ha participado -y que le han lanzado a la fama- por su pobre guión o sus efectos especiales.

Descansando...

La carta de la discordia

Tan harto ha acabado el equipo que trabajó en esas dos cintas de los insultos y las manías de la joven que, ni cortos ni perezosos, le han dedicado una carta a Megan que han colgado en la web de Michael Bay bajo el título 'Loyal Transformers Crew' ('El equipo leal de 'Transformers').

En ella, el equipo de rodaje se refier a Megan Fox como a una Angelina Jolie de segunda, odiada por todos por comportarse como una diva.

"Michael fue quien encontró a esta chica tímida, sin experiencia, la sacó de la oscuridad ofreciéndole el mayor despegue posible para cualquier joven actriz como ella. Le concedió el papel protagonista en Transformers, una franquicia que cambiaría su vida por completo, convirtiéndose en la chica más buscada en 'Google' del mundo".

Qué cotilla es la gente.

Luego continúan diciendo que, una vez que llegó a la cima de Hollywood, la fama se le subió a la cabeza.

"¡Por fin se hizo famosa! ¡Iba a ser la próxima Angelina Jolie! Espera un segundo... dos de nosotros trabajamos con Angelina... espera otro segundo, ello no es Angelina. Angelina es una profesional. Todo esto lo sabes de primera mano, porque sufrimos la experiencia de tener que trabajar con Megan Fox, que por cierto, es más tonta que las piedras".

Ya.

"Cuando está delante de la prensa, es la reina de sacar mierda del rodaje y de posar como una auténtica actriz porno. Y si, tuvimos el tiempo de verla intentar actuar en el rodaje y es bastante vergonzosa. Considerar la posibilidad de dedicarse al porno sería una buena opción. Sin embargo, cuidado para los encargados del maquillaje. Tiene tatuado otro párrafo en su trasero (probablemente de su terrible infancia) que asegurarán otros 45 minutos en la silla".

Dando ideas...

El equipo continuó llamándola la "gruñona del rodaje" y afirmando que no creían que supiera ni siquiera quién era Hitler.


Uy, lo que le han dicho. Miren esta foto y vean lo leída que es nuestra querida Megan.

"Megan es una chica desagradecida, sin clase, sin gracia y una antipática. Es muy triste cómo la fama puede cambiar a las personas, y más aún que sea el ídolo de chicas jóvenes. Si sólo supieran a quién admiran..."

Y dale con meterse con las chonis del mundo.

lunes, septiembre 14, 2009

Distrito Apartheid

Alien+Transformers+Solaris+La mosca+El pianista+Fahrenheit 451+La naranja mecánica+El Lute= Distrito 9. No nos podemos quejar los que nos gusta gastarnos las perras en palomitas de la añada peliculera de esta temporada. Ahora salgo de ver District 9, el fastuoso primer largo del Neill Blomkamp, con Peter Jackson de padrino. El sudafricano no es ningún pimpín en esto del manejo a lo grande de la cámara, pues ha sido el responsable del FX de más de una serie e incluso del anuncio del C4. El tratamiento de falso documental, el vertiginoso ritmo, la original presentación de una trama tan manida como la convivencia entre humanos y extraterrestres, el paralelismo histórico con su país y las explícitas metáforas políticas y sociales son las herramientas básicas para construir una peli que te deja sin aliento. Acción que te crió, y es que mientras nos resistimos a pasar por caja para enriquecer las arcas del geniecillo danés de cuyo nombre no quiero acordarme, nos siguen poniendo las explosiones, las persecuciones y, en general, los mogollones de cosas así, a lo bestia, sin concesiones a la pureza del arte, sin cortarse un cachito. Porque a pesar de que estamos hablando de una ópera prima, en los States (también hay pasta neocelandesa), queridos, se hacen las cosas así, a tutiplén. Aquí ni Torrente Segura podría conseguir semejante desembolso presupuestario, claro.

martes, septiembre 08, 2009

La boda

A esta no pude asistir. Lástima...

A pesar de que uno sostiene a pie juntillas que el acto matrimonial, esto es, una boda, (no, una boda no que es una entelequia, lo que la realidad arroja es puro bodorrio del bueno) es por definición una cosa estéticamente fea y conceptualmente innecesaria, sigo acudiendo a una tras otra en pos de análisis sociológico y farra flamenca. Aún me estoy lamiendo las heridas de la última gran cita con el pasodoble y el altar ajeno, acontecimiento que me ha convocado, a mí y a una turba de fieles energúmenos y, por lo demás, amigos de toda la vida, durante nada menos que cuatro días con sus pacharanes y sus charangas en tierras levantinas, donde todo es mucho más extremo y bizarro, sin restar por ello un ápice de encanto y colorido al festejo en cuestión. Hay que reconocer que para que todo bodorrio sea homologado como tal no requiere de semejante emplazamiento ni de tal acumulación de jornadas lúcidas, digo lúdicas, por lo que podríamos decir que el evento de marras se ha catapultado por méritos propios (y nuestros, queridos amigos del alma) a la cúspide donde sólo llegan los mejores y más audaces fiestones que engrosan la particular historia dionisíaca de cada cual. Y es que cuatro días de enajenación dan para mucho (los lectores de Repámpanos tienen que soltar ahora un sonoro “ohhhhhhh”). Sí, camaradas, la boda es lo que tiene. Aunque la jornada central del fin de semana tenga a priori una duración estimada y perfectamente programada, la prepoda y la posboda tienen una medida laxa y flexible, casi infinita. En esa horquilla indeterminada y de lo más disoluta, un espectador imparcial puede asistir a algo más que una ceremonia de rutina nupcial: asiste a innumerables ceremonias de comportamientos banales, primarios, secundarios y hasta terciarios. Hagamos un conciso recuento: primer cebollón nada más llegar porque coges la cosa con ganas; primeros encuentros y reencuentros con amigos, conocidos o compañeros del metal (a estos últimos sólo los ves de fiesta y algunos sólo en bodas, civiles o religiosas); segundo pedo para que no se pasen demasiado rápido los efectos del primero; acumulación histórica de personas conocidas en un mismo recinto; cuchicheos, críticas y chismorreos de portera antes y después de los dos primeros pedos; calor, mucho calor humano; exaltación beoda de la amistad, llantina incluida; abrazos machotes cada medio minuto; anécdotas inconexas relatadas a grito pelao en plena oreja; mezcla de humos extraños; sustancias extrañas, más allá de las servidas en el menú; cóctel elegante y gente aún gallarda y bien parecida; barra libre asaltada por descamisados sudorosos; los chacales centran sus miradas en las presas más apetecibles; los chacales optan por bajar el listón; los chacales van cayendo por el camino; los chacales se despeñan por la ladera del sopor etílico; detonaciones explosivas como es de rigor en tierras de tracas y jacas; fiestas populares; serenatas; subasta de solteros muy españoles; claveles en el ojal a las nueve de la mañana; visita relámpago y desbocada a la vecina ciudad de Benidorm con el objetivo puesto (como diría Pocholo) en culturizar la noche de una de las grandes metrópolis del vicio cañí; gintonics maridados con pepino y pétalos de rosa; baño nocturno en aguas fangosas del mediterráneo; hazaña de un novio en apuros, broche inimaginable y posible ingreso en el libro Guinness… Y así, hasta la intemerata. Por todo ello y más, no debo dejar de seguir profundizando en el oscuro fenómeno de los casamientos. Porque me debo a mis lectores, claro.

miércoles, septiembre 02, 2009

El que tiene coca se equivoca: Vivantmanía!!

Recorro la última línea (con la mirada y la mente, no con la nariz, no empecemos) del tercer volumen del último número de Le Bon Vivant y me noto más sabio, más formado como ser humano, más hecho. Haber asistido a las vivencias descritas en la trilogía Bellos y Poderosos me ha reportado paz de espíritu. El diario de investigación de la periodista Caroline Waxter, o lo que es lo mismo, la biografía de Caasi Masivo y Oswaldo Cornelius, es no sólo un hito en la historia del periodismo sino una obra capaz de cambiarle la vida a cualquier mortal. Los “bellos más animales del mundo” nos descubren las bondades de la Marchatracia, práctica que les ha llevado a ser unos derrumbavidas, unos poshmodernos, unos fiestajanovistas, unos cansadamas. A ellos les debemos el talento de saber elegir una fragancia para cada día de la semana, aunque no estoy del todo seguro de que este humilde seguidor llegue a asistir nunca a una regata o pronuncie un speech en parlamento alguno, actividades todas rutinarias para estos supraseres. Asimismo, nos transmiten el conocimiento de un nuevo modo de expresión, una forma alternativa de comunicarse con las criaturas inferiores, esto es, el resto del mundo conocido. Expresiones tales como “por todas parties”, “partycipar en fiestas”, “por party de papi”, “con él party peras”, “sentido partycoolar” están a la orden del día en su verborrea paralizante. Otras como: “quedó en agua de borrachas” o “me iba como anillo al dildo” ayudan a entender un poco más su singular universo. Interjecciones de la talla de: “Buy Buy!” o “Vini, vidi, visa” cierran el círculo de cualquier diálogo vivantesco.
Luego hay más, mucho más: “Su excelencia se amilanó. Y cuando digo amilanó me refiero a Mila Ximénez.”, “¡Dios mío, yo pensaba que con aquel tipo por fin iba a entrar en los anales de la historia y en realidad iba a entrar en la historia de los anales!”… Ay, el doble sentido y el arte de los jeribeques lingüísticos no tienen secretos para ellos. Por no hablar de sus teorías universales, auténtico motor de su liderazgo: impagable su clasificación de chicas MAWs (Model-Actress-Whatever) o esta pequeña disección de uno de sus temas predilectos: “Durante los ochenta la cocaína había sido la gasolina de Hollywood. Lo tenía todo: era fantástica para romper el hielo, estimulaba la conversación y el intercambio de ideas –la mayoría absurdas, claro-, incrementaba el apetito sexual ¡y te mantenía taaaan delgado!
Por las páginas de la tercera parte de Le Bon Vivant N.5 (La Pirámide de Visas de Adamantio) desfilan personajes como Chevy Chase, Espartaco Santoni, Krafwerk, Dennis Hopper, Don Simpson (por encima de todos, él), Robert Evans, el Sultán de Brunei, Jaime de Mora o Truman Capote, así como viejos conocidos como el modelo Fabio, Giorgio Moroder y su mini-sintetizador Moog, o el Yeyo (casi como personaje central de la historia), todos ellos ya presentados en los anteriores capítulos.
Para que no se deslicen hacía la crítica banal, también he de decir que encontramos anécdotas simpáticas expuestas con rigor y veracidad. Como la que atañe a Whoopy Goldberg en la entrega de los Oscars: “refiriéndose a las actrices nominadas a Mejor Actriz principal, comentó: “Elisabeth Shue interpreta a una prostituta en Leaving Las Vegas. Mira Sorvino interpreta a una prostituta en Poderosa Afrodita. Sharon Stone interpreta a una prostituta en Casino. ¿Se puede saber cuántas veces ha votado Charlie Sheen?” O la protagonizada por un desmejorado Dennis Hopper en uno de los muchos informes recogidos en el acalorado estudio de Caroline Waxter: “Era una noche calurosa: salió a pasear un rato y pronto se sorprendió a sí mismo caminando fuera de los límites de la ciudad, quitándose la ropa, riendo como un chiflado. Se pasó toda la noche corriendo desnudo por la selva, viendo como sangruelas se introducían bajo su piel y serpientes se enroscaban a su cuello. Recuerdo sus palabras, cómo me lo contó. “Pensé que la Tercera Guerra Mundial había estallado y salí desnudo a buscar soldados a Suramérica. Al mismo tiempo seguía las luces de una nave espacial en el cielo (…) De vez en cuando me detenía delante de un árbol y me masturbaba y me convertía en una galaxía”.
En fin, qué más puedo decir, tan sólo despedir este post brindando con uno de los cócteles acuñados por nuestros héroes, el Polonio Sunrise. ¡À la vôtre! ¡Larga vida a Le Bon Vivant!