miércoles, marzo 28, 2012

Huelga pensar...

Eh, cuidado, que les veo venir, aquí no vamos a lanzar un alegato prohuelguista. Eso es de sufridos currantes de la vida y no nos pone algo tan vulgar. A lo que nos queremos referir con un título tan brillante y tan oportuno es que, aprovechando que mañana nuestro país España se dispone a vivir con alegría una jornada de parón general y que uno vive por ley al margen de la ídem, nos solidarizaremos con la situación y Repámpanos echará el cierre -ja, cómo si no lo hiciera casi a diario- sin temor a piquetes virtuales.

Bueno, al margen de que el título del post haya colado como señuelo, les invitamos a una profunda reflexión. Atentos a las siguientes imágenes impactantes. Creemos que pueden herir sensibilidades córneas y neuronales pero maldita sea, este es un rincón de librepensamiento y todo sea por el librepensamiento. Si no conocen a esta criatura peliteñida que grácilmente se pasea por nuestro blog y por las finas arenas de la playa de Malibú, se la presentamos: responde al nombre de Courtney Stodden. Bien, señores y señoras, desde aquí  les podemos asegurar que esta dulce sirena enfundada en chicloso biquini es REAL. Por lo tanto, TODO, absolutamente TODO lo que ven sus ojos es REAL. No responde a ningún tipo de manipulación gráfica, no hay retoques en Photoshop, no hay trucos, no hay sofisticadas técnicas de alienación visual. No, ella es... así. Sus posturas, su atuendo, sus complementos... Ella es así.

Think pink! Seemingly chanelling Malibu Barbie, the teen bride opted for a pink and grey stripped bikini and pink beach accessories

Les dejamos con unos breves antecedentes antes de que puedan ustedes descansar la vista y el entendimiento, previos a una necesaria reflexión que les podrá llevar todo el día de mañana. Qué mejor manera de vivir el 29-M, nos preguntamos. Total, esta graciosa señorita resulta que no es tal sino que es señora, señora de Doug Hutchinson, un fulano que aparecía en Perdidos. Dicen que es actor. Dicen de ella que es modelo y cantante. Pero amigos todos del juicio y la sensatez, la polémica tiene casi un año de vida ya que en mayo de 2011 esta pareja contrajo matrimonio en Las Vegas bajo una dudosa combinación aleatoria de cifras. Él tenía 51 añazos.  Ella contaba entonces con... ¡16 añitos! Por favor, contemplen la instantánea nupcial... Ejem.



Así que no les costará gran trabajo hacer los cálculos necesarios hasta deducir que la diosa aprendiz de cocina vegana -como ilustra una de las fotografías de esta inenarrable sesión de posado naturalista- tiene en la actualidad... Sí, lo han adivinado. ¡¡¡17 años!!! Válganos el cielo. Qué males asolan nuestra civilización para dar a luz engendros... perdón, mujeres... perdón, bañistas.... sí, bañistas, tan... así. Ahí lo dejamos. Nos embarga una infinita desazón que procuramos haberles transmitido para que tengan un día de huelga entrañable y en familia. Cuando miren a sus hijas, piensen en Courtney. Y en sus tacones playeros.

Brushing up on her reading skills: The teenager also enjoyed a spot of reading, brushing up on her recipes with a Vegan cookbook

martes, marzo 20, 2012

Una de zombies

Necesito que alguien me fumigue la casa de zombies. Hasta octubre voy a tener que dormir con la luz encendida y una pistola bajo la almohada. Sí, amigos, estoy infectado por The Walking Dead. ¿Qué pasa?  


El pasado domingo, el final de la segunda temporada batió récords de audiencia en Estados Unidos. Ayer, la cadena Fox programó el último capítulo para España. Ya el anterior, el número doce titulado Better Angels, puso un broche de inquietud y desasosegante incertidumbre. Necesitábamos un desenlace y alguna respuesta irrenunciable. El capítulo trece, Beside the Dying Fire, ajusta nuestra ansiedad y nos prepara para un mono tiránico de casi siete meses de condena hasta que se estrenen las primeras entregas de la tercera temporada.
The Walking Dead es una serie aparentemente alimenticia, con un guión que patina demasiado a pesar de su fidelidad al cómic de origen, con algunas interpretaciones pasadas de rosca, pero no puedo sino reconocer la adicción siniestra que provoca. Ahí el objetivo funciona. Un apocalipsis zombie cuando ya parecía que el brote de fiebre por el género remitía podría parecer pastoso. Pero no puedo sino reconocer que el look, el score y el maquillaje agarran por las solapas y te cuesta zafarte. Es lo que tiene las historias de supervivencia. Muy malos tienen que ser planteamiento y técnica para que el espectador no se descubra a sí mismo buscando solución a dilemas existenciales, buscando salidas para salvar el pellejo de los caminantes y teniendo espasmos de puro miedito al desastre. El suicidio, el asesinato, la condición humana, los principios, la civilización, la esperanza... Una de zombies, al fin y al cabo.


martes, marzo 06, 2012

Un hotel, una historia

Sólo necesito una buena cama, un baño, un teléfono y un televisor para pasar el rato. 

Así pide consejo de alojamiento el agente Dale Cooper ante la perspectiva de alargar su estancia en el pueblo de los picos gemelos, en el estado Washington. Muy bien, amigos, no era difícil. Hablo de Twin Peaks y de su mejor hotel, el Gran Norte. ¿O era el Gran Hotel del Norte? Al borde de la cascada Snoqualmie, hoy pueden los fans de la serie pernoctar en sus aposentos, rehabilitados con muchos más lujos que en la versión catódica, en un estilo de nuevo lodge alpino, con todo el calor de la tradición maderera que también destila la mítica serie sacada de la masa neuronal de David Lynch. Es el hotel Salish, en realidad a media hora al este de Seattle y a la sombra de las imponentes crestas graníticas del Monte Si. Y es que Lynch sabe mucho de habitaciones de hotel. Sin ir más lejos produjo a mediados de los noventa Hotel Room, una miniserie para la HBO. 

Desde los inicios del cine, la intimidad y el misterio que encierra ese espacio por rellenar que es en realidad un hotel ha sido objeto de maquinaciones al servicio del guión y escenario de líos citando de paso la peli de los Hermanos Marx. Desde el glamour berlinés de entreguerras de Grand Hotel al motel de carretera más famoso, el de Norman Bates. Desde la delirante Four Rooms al rascacielos de un Tokio plomizo en Lost in Translation. Todos tenemos ejemplos. Algunos subyugantes.

Sin ir más lejos, ahora tenemos en cartel el más reciente. Brandon, el torturado personaje que interpreta con magnética sobriedad Michael Fassbender, suele acudir al hotel Standard de Manhattan donde canta su hermana, pirada al alimón. También acude a él para visitar sus exhibicionistas habitaciones acristaladas en compañía de sus ligues o de unas más llevaderas prostitutas. Desde la misma inauguración por el pope André Balazs de este nuevo icono neoyorquino atravesado bajo sus pilares por el High Line, y desde el estreno de Shame, la retorcida cinta de Steve McQueen a la que aludimos, más de una pareja ha jugado al folleteo voyeur en contacto con las cristaleras de suelo a techo.

A muchos nos fascina ese poder inquietante -y no hablamos de huéspedes fantasmas, que también- que puede alojarse en los pasillos, bares, saunas y suites de estos edificios desalmados, dispuestos a ser poseídos por historias anónimas que se pierden en el registro, a menudo falseado. Hoteles vanguardistas en metrópolis del siglo XXI, pensiones de mala muerte, moteles de carreteras secundarias o a pie de autopista nocturna, love hotels y hotelones de montaña perdidos en la nada, esperando a que ocurra algo, a que alguien llegue y se esconda, a que otro le siga y se encuentren, a que todo suceda dentro o a que se prepare con sigilo para lo que fuera pueda esperar. Y a ustedes, ¿también les fascina? Sólo hay que observar desde el coche si el neón anuncia vacancy rooms.