jueves, agosto 16, 2007

EL DÍA DE ELVIS

Siempre me prometí a mi mismo que cuando cumpliera 30 años viajaría a Graceland y visitaría la tumba de Elvis. Creo que la promesa se verá incumplida. Hoy se cumplen precisamente 30 años de su muerte, una semana antes de mi 30 cumpleaños.

Tal vez este dato casual, el de la cercanía de fechas, haya influido a lo largo del tiempo en mi vinculo personal con su figura y con su música.

Elvis siempre ha estado ahí, desde que tengo conciencia. Antes todavía que Beatles o Stones y todo el batallón preheavy de los setenta, Elvis Presley ya inundaba de canciones e imágenes mi cabeza.

Tampoco he sido nunca un fanático. Ni un pirado impersonator. Ni siquiera un devorador de su biografía. Simplemente estaba ahí, formaba parte de mi universo vital y casi siempre le anteponía a cualquier otro referente musical. No le adoraba, tan sólo le respetaba y era mi número uno a la hora de perpetrar sus standards en la ducha. A veces, incluso, me daba fuerte por su época gordinflona de Hawai o Las Vegas, pero nunca he negado su grotesca caída libre, su delirante tramo final, la vergüenza ajena que provocaba su sola presencia sobre el escenario.

Pero era el jodido Elvis Presley y su vida era el rock. Siempre estará ahí.

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