viernes, enero 08, 2010

Garotas y comunismo

Aún os quedan unas horas para visitar la exposición dedicada en la Fundación Telefónica de Madrid a la obra del arquitecto Oscar Niemeyer. Podríamos decir que este mozalbete de 102 años recién cumplidos es un hombre que por ahora trasciende su trabajo, pues una vida tan longeva refleja más arrugas y pliegues que las que puedan exhibir todavía sus esbeltas construcciones, aún jóvenes y modernas. De su primer boceto allá por 1936, junto a Le Corbusier para el Ministerio de Educación y Sanidad de Río, a los más recientes, todavía en curso y sobre el papel, la exposición hace un conciso repaso de vida y obra -lástima la reducida escala de las maquetas mostradas, algunas merecerían mayor tamaño-, si ambas pueden desligarse. Su visión sensual de la vida, su obsesión por la belleza femenina o esa mirada constante a los morros del paisaje de su Río de Janeiro se plasman al idear un mundo de curvas en conflicto con el estatismo de la arquitectura racionalista. Maestro de cúpulas, cubiertas y pasarelas, Niemeyer ha exprimido las posibilidades del hormigón como elemento estructural básico, flexible y moldeable, llevándolo a límites nunca practicados con anterioridad. Ligereza y sencillez son esenciales en su visión, de ahí la necesidad siempre de liberar a sus edificios de la mayor parte de apoyos lógicos para cualquier otro arquitecto. El rojo simboliza, como su color favorito, la pasión con la que sigue abordando cada proyecto, aunque cada vez le quede menos aliento. La búsqueda del ideal de belleza no ha cesado, tal vez por esa fidelidad a sus principios que le lleva a afirmar con descaro que “la vida es más importante que la arquitectura” o que “la vida es la mujer de al lado y que sea lo que Dios quiera”. La misma labia con la que se desmarca de toda falsa modestia al ser consciente de sus logros o la misma falta de escrúpulos al escupir por esa boca todo aquello que le viene en gana. Por algo me sigue recordando a Marlon Brando, por tener esa misma presencia física intimidante, y por guardar la misma capacidad para no hacer prisioneros. Así no se corta al tratar de imbéciles a las autoridades de Sao Paulo por maltratar su proyecto del parque de Ibirapuera. Y es que no todo el mundo llega a entender su particular concepción del arte que practica como si fuera una ideología: la universalización de los espacios. Por ahora le queda cuerda para rato, pues pronto veremos alumbrar nuevos edificios blancos y sinuosos. El Centro Cultural Internacional de Avilés, el de Valparaíso, la Catedral de Cristo Rey de Belo Horizonte, el Centro de la Música en Rosario… Suma y sigue.



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