miércoles, diciembre 01, 2010

Toronto, catálogo de vanguardia en celuloide



Si nos siguen sabrán que Repámpanos suele atender con interés a la mirada que el cine arroja sobre la ciudad y su arquitectura. Chloe, la nueva película de Atom Egoyan, abre la puerta a Toronto, la mayor metrópolis de Canadá. Contextualicemos un poco por encima: la historia de Chloe, la de un thriller erótico o sentimental de los que ya no abundan en la cartelera desde los noventa, se desarrolla en un ambiente de clase alta cuyos protagonistas parecen embellecerse bajo los copos de nieve. ¡Menudo duelo entre Julianne Moore y Amanda Seyfried! El director aprovecha y lo rueda todo con elegancia y pulcritud. Todo es cool, incluso los orgasmos. Los críticos la acusan de excesivamente pija, de quedarse en la superficialidad de un porno soft. No creemos que sea el caso, pero de cualquier manera atendamos al envoltorio. El mundo sofisticado y vanguardista se traslada de Nueva York o Los Ángeles a la provincia de Ontario. Los planos de Toronto encuadran el Royal Conservatory of Music, el Royal Ontario Museum, el hotel Windsor Arms, el bar LeVack Block, Will Alsop, el Art Gallery of Ontario diseñado por Frank Gehry... Un catálogo apabullante de arquitectura moderna que habla del plan de desarrollo urbano que pretende colocar a Toronto como la ciudad creativa del siglo XXI. Pero, por encima de estos escenarios exteriores, cultos, exquisitos y grandiosos, en Chloe destaca la casa donde se desarrolla gran parte de la acción. Se trata de la Ravine House, del arquitecto Drew Mandel, aunque la fachada que vemos es en realidad la de la Heathdale House, de Stephen Teeple, localizada curiosamente en la misma calle. Por expreso deseo de los inquilinos de la casa del barranco, la Ravine House, para salvaguardar su intimidad no se filmó la entrada, por lo que hubo que buscar otra vivienda que mantuviera la continuidad. Dicho y hecho, un poco más abajo se descubrió la casa de cubos rojos en la que supuestamente viven los miembros de la familia protagonista.









La Ravine House, por dentro...



Heathdale House, por fuera...



Royal Conservatory of Music



Philosopher's walk



Will Alsop



Art Gallery of Ontario

2 comentarios:

Dario dijo...

Aparte de que me gustó bastante la película (destacando a la exuberantísima Seyfried y exceptuando ese final a lo Atracción fatal), me quedé bastante flipado con la arquitectura torontera. Pero creo que si "abusa" de la arquitectura moderna no es por el rollo de "qué bonita es mi ciudad", sino para incidir en esa imagen de ciudad fría, deshumanizada y pijaza. Vamos, que luego igual es que le han soltado pasta del Ayto. de Toronto para que saque todas esas movidas, pero me da la impresión de que a Átomo no le acaba de molar... o sí, pero como algo chungo.

El turista dijo...

Hmmmm, puede ser. Desde luego resulta un escenario idóneo para todo el juego argumental. Y volviendo al tema de la peli en sí, qué gusto volver a ver algo que ya no se ve, todas las pelis aquellas precisamente en la onda Atracción Fatal. La última que recuerdo de verdad es Infiel, con una Diane Lane pletórica.