viernes, junio 09, 2006

Hablábamos hace poco de la Feria del Libro. Qué gran cita. Una tradición intocable. El bochorno, los 40 grados a la sombra, la alergia, los patinadores, los que dan propaganda hasta llegar a tu casa con toneladas de papeles, catálogos, separadores... y tan sólo un libro, pongamos que de Raúl del Pozo. O de Carmen Alcaide, esa diosa del Tomate que ya cuenta con su obra particular, como Raúl González Blanco o Friker Jiménez (Buenafuente sic). Treintañeras se llama, del que ya se llevan vendidos más de 30.000 ejemplares, según reza su portada. O 3.000, ya no me acuerdo. En fin, que nos alegramos y prometemos hacernos con uno. Hablando de personajes de talla –sin dobles sentidos, señores, que la Alcaide es una profesional de pies a cabeza. Y menuda cabeza, ¿no? Bah, pequeñita pero matona, como... Me callo, que me distraigo y luego me acusan de ser un ídem enfermo–, ayer sin ir más lejos, nos topamos con una caseta donde firmaba Leopoldo María Panero. Toma el frasco, carrasco. Directitos a por él. Y de esa ilusión surgió el siguiente extracto que me dispongo a reproducir:

(Diálogo previo: -Mamá, date una vuelta. Ni mires ni escuches. No te
conviene. -¿Por qué? ¿Panero? Ah, vale.)
-Hola, buenas tardes. Me llevo éste ("Así se fundó Carnaby Street").
¿Me lo dedica?
- (...) Ough. ¿Cómo te llamas?
- Miguel. Mi-guel.
(-Leo coge el librito, lo dobla, lo abre y casi lo desencuaderna y
echa un garabato.)
- Gracias. Estooooo, ¿puede decirme lo que ha puesto? No
entiendo...nada. (-un par de líneas totalmente ilegibles. Leo mira
fijamente a su interlocutor mie
ntras fuma un pitillo y le da sorbos a
una lata de té helado.)
-A Miguel. Un abrazo. Leo. (-o eso creo entender que dice)
-Ahhh, pues muchísimas gracias. Buenas tardes.
-El tipo de mirada confusa se dispone a despedirse de soslayo y
acierta a pronunciar a través de su boquita a medio llenar de dientes
marrones y carcomidos:
-(...)ggggggGoraEujkaditaaskatatuuuuuuuggllllllll...
-(...) Ehhhhhhh... vale.
-Y Miguel Ángel, con una especie de sonrisa boba, con el libro ya en
las manos, mirando a izquierda y derecha, se da la vuelta y huye
bastante ruborizado hacia su madre.



Tal cual, el gran Panero, el último poeta maldito de nuestra literatura, el último de una saga de pirados de la vida, ofreciendo una nueva muestra de su compleja personalidad. Trasgresor hasta el abismo, hasta el final. Trasgresor y desequilibrado, claro está. Pobre...

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