jueves, enero 25, 2007

Por fin, REDD KROSS: corto, incómodo pero casi perfecto

Ayer fue uno de esos días. Si uno no quería faltar cuando se pasase lista había que estar en la sala Joy Eslava de Madrid. De ahí que el céntrico teatro de copas se hiciera pequeño a ojos vista ante la avalancha de público ávido de reeditar las buenas sensaciones que los Redd Kross dejaron en su anterior visita a España en el festival Azkena. El caso es que yo ni siquiera estuve en Vitoria, con lo que mis expectativas y mis nervios estaban disparados. La sala, decimos, por muy elegantona y acorde al espectáculo colorista de la banda californiana no está preparada para este tipo de eventos. Demasiados puntos ciegos, una pista muy limitada, unos palcos tan sólo aptos para las primeras filas, una engorrosa zona vip... Pasto de la tortícolis y los pisotones, por tanto. Críticas aparte, el sonido sí juega a su favor, y más con este grupo. Tras el consiguiente retraso, los hermanos McDonald y compañía aparecieron en escena y durante poco más de una hora dieron buena cuenta de su exquisito repertorio. Una lección de versatilidad y talento, de originalidad y energía, de frescura y melodía que dejó satisfechos a casi todos sus fans. ¿Algún hit de su primera etapa?, ¿El Pretty Please Me? Puede ser, pero nada que reprocharles. El Annie’s Gone y el Bubblegum Factory del Third Eye, el Crazy World y el Jimmy’s Fantasy del Phaseshifter, el Girl God y el Follow the Leader del Show World... Y el espectáculo de observar en vivo las evoluciones de una banda feliz y compenetrada. ¿Para qué pedir más?

La evolución de Redd Kross les hace ser aún más una rara avis. Si bien, su estética y su actitud permanece todavía en el encanto adolescente, su música recorre desde el feísmo garagero al power pop pluscuamperfecto, pasando por el hard rock, el glam, el ñoñopop o el mismo hardcore. A veces en una misma canción. La madurez insuperable. Como los hijos bastardos de los Beatles, como los herederos de Slade, como la visión calidoscópica de Kiss. Hubo, por tanto, sudor, coros, americanas de color chicle, bolón de espejos, posturitas made in Steve y Jeff McDonald, virtuosismo, sonrisas aniñadas, picardía a sus cuarenta y tantos tacos... Joder, si es que hace nada tenían treinta añitos. Joder, si hace nada nosotros teníamos veinte añitos. Joder...

Sólo nos queda esperar la llegada de su prometidísimo último álbum, tras diez años de sequía en estudio.

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