martes, enero 09, 2007

Reflexiones en plata y en píxel

Ando a vueltas con retoques, trabajos, cursos, filtros y pinceles dentro de mi particular ascensión a fotógrafo de ratón y a diseñador de tijera. Mis siguientes impresiones acerca de la revolución digital en el mundo de la fotografía vienen suscitadas por un breve reportaje aparecido recientemente en El Semanal de El País titulado: “La estética Man Ray” y, que no hacen sino confirmar algunas de las opiniones vertidas por ciertos profesionales y alguna que otra conversación con amigos escépticos.
Siempre me he considerado un amante del laboratorio, la ampliadora, la cubeta y el negativo, empecé en esto con pesadas y rotundas analógicas y aún hoy tengo que saciar de vez en cuando el mono a inhalar mi buena dosis de Rodinal concentrado. Sin embargo, la patada en la puerta de la versión digital y su aliado y herramienta estrella, Photoshop, ha revolucionado el campo aficionado y profesional. Imposible sustraerse a ello, a pesar de que Chema Madoz siga utilizando el mismo esquema y la misma cámara de toda la vida o que Ouka Leele viera amenazado su particular visión de fantasía y color. Tan válidos son sus testimonios como los de muchos otros que han querido y sabido dar el paso o, en su defecto, han establecido alianzas y diálogos entre la fotografía de ayer y de hoy, que tal vez sea la misma, pero liberada de engorros, incomodidades y, sí, romanticismo.
Ahí puede estar una de las claves para que tantos y tantos hagan oídos sordos y prefieran subsistir en el pleistoceno. Hasta ahí, nada que objetar. Otra cosa muy distinta es aceptar o no la democratización de la fotografía –simples reparos sin demasiado impacto real- o enarbolar ese supuesto romanticismo atribuyendo a la fotografía digital valores que no tiene en propiedad exclusiva. La manipulación de imágenes y realidades suele ser la crítica más repetida, pero como bien reflejaba el reportaje de Man Ray, la fotografía es eso, manipulación. No en vano, tal vez el primer fotógrafo de la historia elevado a categoría de autor-artista, fue un perfecto manipulador, un mago del corta y pega, de las reinterpretaciones, del retoque. Pero claro, su biografía está en blanco y negro y Man Ray es intocable.
Hacer una foto significa tomar un montón de decisiones, es decir, alterar lo que para uno representa una realidad pero que para su vecino representa otra. O acaso, ¿hay una realidad unívoca? Picar el encuadre, tirar a la altura de la cintura o a la altura de los ojos, elegir un angular o un 50 milímetros, acoplar al objetivo un anillo ámbar o azul, un filtro ultravioleta o polarizador, hacer uso de una cámara lomo ¿no provocará imágenes distintas, a veces lejanísimas entre sí? Pues no se hable más, porque entonces habría que empezar a despachar el tema de la calidad y habría desmayos.

Manipulen, que es gerundio... o no.

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