jueves, octubre 04, 2007

El poder de lo invisible

O el poder de la radio. Amanece con la noticia de la muerte de Carlos Llamas, el director del programa Hora 25 de la SER. Lo cierto es que consterna, más cuando te tragas casi toda la programación que va dirigida a él, horas y horas de homenaje repleto de emotivos testimonios de compañeros, amigos y oyentes. Yo fui uno más de esta nutrida legión de fieles, aunque reconozco que me desconecté por completo del programa tras la victoria socialista del 14M. Y tampoco es que fuera fan, ni mucho menos. El señor Llamas nunca me hizo tilín y alguno de sus tertulianos llegaba a exasperarme. Aún así, escuchar los duelos entre Miguel Ángel Aguilar y Carlos Mendo merecía la pena. Durante los últimos meses del gobierno popular, Hora 25 ocupó un lugar decisivo en mi parrilla personal, en mi agenda diaria. Sus duros análisis de la situación política respecto a temas como la guerra de Irak o el 11M alteraban mis pensamientos. Hasta casi me quitaban el sueño. Y esa relación íntima es la que me lleva a escribir esta reflexión. La emoción que provoca la radio es incontenible. Yo escuchaba más a Carlos Llamas que a mi propia madre, pero nunca charlé con él. Su voz, como la de tantos otros, penetra en nuestra conciencia cotidiana sin que nos enteremos. Y, al final, como pasa hoy con esta triste noticia, te das cuenta de que forma parte de ti mismo. Sientes la pérdida aunque hacía ya mucho que no encontrabas su nombre en las sintonías.
La radio es poderosa, es el medio más caliente, más personal, más humano, más cercano, más inmediato y con el que mejor se puede combatir la soledad. Pero se guarda para sí todos sus secretos.

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