miércoles, abril 23, 2008

La noche más larga

Esta madrugada he sido Juan López. A eso de las cinco de la mañana un zumbido ha crispado mis nervios. Se trataba de un mosquito del tamaño de un trolebús. Así he logrado verlo tras encender la luz, aplicar un par de rociadas de spray anti-insectos y escudriñar cada palmo de mi dormitorio. Un mosquito. En abril. Cacho cabrón. Por supuesto, como ocurre en las historietas del álter ego de la supermedianía creada por Jan, el mosquito me ha vencido, se ha escapado ufano y me ha dejado en vela y con mala baba. Y algún que otro picotazo, claro está. Pongamos que el mosquito se llamaba Cristiano.
Pero ahí no acaba la cosa. Unas cuantas volteretas después en mi empeño por volver a conciliar el sueño me han sumido en un letargo de lo más inverosímil. Ahondando en mi identificación con Juan López, hincha del Parchelona, se me ha aparecido el partido de esta noche, el Barça-Manchester. En vez del Camp Nou, una especie de jardín de colegio. En vez de Samuel Eto’o, un servidor vestido de corto. Pero oigan, el resto igualico, igualico. Nada más empezar el encuentro, un jugador teñido de rubio que en nada se parece a mi, se interna por la banda y a duras penas logra batir a un lentísimo Van der Sar. El caso es que ese jugador peliteñido debía ser yo mismo, no me pregunten la razón. Acto seguido y tras una embarullada jugada en la banda en la que se ve involucrado el portero del United, el balón cae a mis pies –ya he adquirido mi formato reconocible y nunca más se sabe del tipo que marcó el primer tanto- y desde mi propia portería atisbo a ver que la contraria está desguarnecida, con lo que disparo. La trayectoria del balón atraviesa la vertical del imaginario poste derecho, tan sólo delimitado por unos abrigos amontonados en el césped. De pie, al ladito de donde pasa el balón pero metido en el campo, sir Alex Ferguson, cuya mirada atónita se cruza con la mía. Antes de que ellos puedan reaccionar, reclamo el gol porque sospecho que de haber habido un poste real, el balón se hubiera introducido en la portería por un cálculo fácil de trigonometría. El señor Ferguson vacila y trata de defender un supuesto balonazo frontal en el palo, pero no tiene más remedio que admitir la dura realidad. 2-0 y Arconada de portero (es un decir). Todo un señor el Ferguson, un caballero. La euforia se adueña de mi sueño y no sé si Cristiano Ronaldo acierta a marcar un golito, pero de nada sirve, porque yo, una vez más yo, me incorporo al ataque, controlo un balón en el área (balón de fútbol-sala, creo recordar) y en un rápido malabarismo cierro el marcador con un tercer gol. El despiporre. El jardín de colegio se convierte en “un clam de gent blaugrana” y mi sonrisa sólo se quiebra cuando oigo el berrido de mi puto móvil. Son las nueve de la mañana y alguien me llama. Me despierto de un sueño feliz. Esta noche será otra historia.

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