miércoles, octubre 08, 2008

Diálogos y tontás

Ayer asistí a una charla con motivo de la Semana de la Arquitectura de Madrid. Bajo el título de Diálogos Contemporáneos, el tema de la mesa redonda giró en torno a la arquitectura y el diseño de los hoteles boutique. Pues vaya puto coñazo, pensarán ustedes. No les falta razón, podría decir yo, pero en realidad mentiría si no aprovechara la ocasión de pontificar al respecto. Una audiencia formada básicamente por estudiantes de diseño, además de por el sociologuísimo Amando de Miguel, escuchó atenta las palabras de arquitectos y responsables del sector. Con estupor recibí el discurso balbuceante del director de comunicación de una conocida cadena hotelera, articulado puerilmente. Oigan, chatos, ¿todos sus colegís sienten fervor por el diseño y se pirran por vivir junto a las coctelerías de moda? Pues eso. Menos mal que una voz autorizada (no daré nombres, que eso es de valientes) advirtió desde la sensatez de los peligros del esnobismo, tan apegados a los hoteles boutique, esos que nacen, crecen y se reproducen en serie sin tener en cuenta elementos tan asumidos pero al mismo tiempo tan olvidados como la insonorización de una habitación, la comodidad de una cama o la presión de una ducha. El exceso de diseño es contraproducente, pero sobre todo el exceso de diseño ornamental. En mi caso, me gusta esta modalidad del que se ve, pero me pasmo mucho más con el que se siente, el que de verdad funciona. Pasa un poco igual con la tecnología. Hay gente que huye de ella, que tiene alergia al ordenador, al GPS, al iPod o al móvil de última generación. O que se opone a la fotografía digital. Sus principios son entrañables, pero no deben olvidar que la tecnología lo es todo y que gracias a ella directamente sobrevivimos como especie. La era analógica no estaba exenta de tecnología. Confundir fuegos de artificio con una silla de puta madre lleva a rechazar por sistema la misma evolución.
Con los hotelitos de diseño se ha perdido la oportunidad de urbanizar del todo el paisaje asalvajado de muchas ciudades. Madrid es un ejemplo. La función subsidiaria de la figura del arquitecto es el modelo de urbanismo llevado a cabo durante décadas. Hoy en día, o se está instalado en ese sistema o se es un arquitecto estrella. No hay mucho término medio. Por eso, o se homogeneiza o se rompe con todo. Y, claro, Madrid es caos.

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