viernes, febrero 05, 2010

Pecado mortal

Antes de nada, saludos y disculpas por el abandono al que he sometido a este foro durante los últimos días. La razón de peso es una razón viajera además de mis escasas ganas por conectarme a la red desde latitudes lejanas. Qué saludable es la desconexión total, ya sea virtual o real, el romper el hilo que te une con la información, con el día a día, con (glups!) las redes sociales, con los medios de comunicación que te dispensan la dosis rutinaria de datos y malos rollos, esos pildorazos que sacian nuestra sed de querer formar parte de un todo interconectado en forma de sociedad moderna. Qué coño, qué bien sienta no encender la televisión en diez días. Luego llegas a casa, abatido por un agotador periplo de aviones y escalas, y es lo primero que haces. Porque es tu instinto. La llamada de la selva catódica. La dronga hertziana. Y vuelves al mundo de siempre, despiertas del letargo. Los gilis de toda la vida no se han cogido vacaciones, siguen ahí al pie del cañón. Las noticias de siempre siguen ahí. Los males no cesan. En fin, que ya estamos listos para continuar con nuestro rol dentro de esta maquinaria dulce que nos hace ser fuertes en la gran ciudad. Qué fea es la gran ciudad, por cierto. Bueno, que seguimos en crisis, ¿no? Vale, que no me entere yo que ha cambiado algo.

Los niños en el parque

Tras este pequeño desahogo, el verdadero motivo de este post era el de reflexionar sobre un sentimiento que me asalta de vez en cuando. Es malo que te cagas y se llama envidia. Hace unas semanas me corroyó un poco cuando ví a algunos de mis colegas cuadrarse un conciertazo en la sala Boite de Madrid. Esta noche preveo sentir algo parecido cuando los niñatos de los Arctic Monkeys hagan de las suyas en el Palacio de Vistalegre. Porque no puedo evitar sangrar por dentro al ver cómo unos tipos con espinillas hacen musicota como el que lava, y me da en la nariz que una cosa es verlos y escucharlos enlatados y otra tenerlos enfrente. Nunca he sentido envidia de Elvis Presley. Ser como él sería insoportable, una auténtica movida. Pero ser un pelín como Alex Turner y ser capaz de hacer un disco como el que esta semana reseñamos en la columna derecha del blog debe ser la hostia. Desde luego, no le deseo todo el bien que quisiera para mí si estuviera en su lugar. Porque la envidia sólo puede ser así, asquerosa y sucia. Eso nos hace más humanos. Dicen.

Los niños quieren ir de guapos. ¡Pues no lo son! Hombre, por favor, sólo faltaba eso

No hay comentarios: