miércoles, abril 14, 2010

Ciudad de vida y muerte

Pfff, menudo trago. Te has comido la pantalla a pesar de la incomodidad de la historia contada. Has sufrido toda una experiencia cinematográfica de primer orden y sales tambaleándote. Durante las más de dos horas de película, te han venido a la mente pelis como Senderos de Gloria, El Pianista, La Lista de Schindler o Salvar al soldado Ryan. El responsable de ello es el prometedor Lu Chuan, director que no llega a los cuarenta y que pudo tirarse unos cuatro añitos para conseguir parir esta inmensa obra bélica cuyo escenario es la antigua capital china Nanjing en el momento de ser arrasada por los japoneses (1937, inicio de la segunda guerra chino-japonesa). La sorpresa por lo que las imágenes cuentan es relativa (los japoneses entrando a saco y el genocidio chino resultante), incluso el clasicismo que desprende la narración forma parte de las previsiones. Un bien elegido blanco y negro -el director reconoce su aversión al color de la sangre-, sin embargo, contiene algo más de poesía de lo esperado y, en ocasiones, sus encuadres despiden cierto tufillo a manierismo. En cualquier caso, no adolecen de potencia ni de enorme belleza. Otros serán los que juzguen el resultado desde ángulos políticos, no olvidando que el tipo alumbra su trabajo desde el meollo del sistema, rozando el mismo aparato comunista chino. Otros tendrán que dictaminar si la mejor manera de romper el molde es hacerlo desde dentro.

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