lunes, septiembre 18, 2006

Aterrizaje y vuelta al cole

Ya estamos aquí. Los privilegiados que nos podemos ir de vacaciones en septiembre regresamos poco a poco y qué quieren que les diga, parece que resulta más fácil todo, al menos en cuanto al jet-lag o la depre post-vacacional. Esta vez nuestro periplo nos ha llevado a las cálidas tierras brasileñas. ¿Cálidas? Ja! Vale que allí tienen el calendario patas arriba respecto al nuestro, el civilizado de verdad, y que ahora mismo sufren su duro invierno, pero joder, se supone que en vez de sufrirlo lo disfrutan y que las temperaturas templadas y los cielos despejados son la tónica. Se supone, porque mi gente y yo sí que lo hemos sufrido en condiciones. Un frío de pelotas, señores, como lo oyen. Pero bueno, dejando al margen crisis climáticas, negros nubarrones, récords históricos en el termómetro y un sinfín de hazañas protagonizadas por los cenizos más intrépidos del hemisferio sur, el balance no debe resentirse en su vertiente más urbanita. Sao Paulo-Rio, Rio-Sao Paulo (ahhh, Madrid-Barna, Barna-Madrid) ... Rivalidad, exhuberancia, atractivo, caos, belleza, suciedad, lujo y pobreza. Dos grandes ciudades a la altura de un inmenso país que es potencia a la fuerza. Orgullo paolista en su metrópolis sin fin, vistas desorbitantes desde las alturas, infinitos rascacielos elevados sin orden ni concierto como agujas que se extienden como el mar hasta la línea del horizonte, una Gotham desconocida y misteriosa, la Nueva York latina. Capital gastronómica, enjambre de helicópteros sobrevolando la violencia desenfrenada, la Avenida Paolista como la Quinta de Manhattan pero con palacetes coloniales y supermercados baratos. Y compras, compras, y mil compras en la Oscar Freire. Y zumos y vitaminas a manta.

Orgullo carioca confortablemente instalado en el crédito de la divisa turista entrante, orgullo anatómico en Ipanema, con su chica paseando un perro de raza o pedaleando por la Vinicius de Moraes, partidos mixtos estratosféricos de futvolley, parejas de efebos musculados, jovencitas con trapecios desarrolladísimos, platos de picanha y caipirinhas callejeras en Lapa, travelos de pensión, sudor a granel en las escuelas de samba, y la presencia amenazante de los morros tomados por la masa de la favela, el Rio que intimida a Rio y que parece controlar el cotarro.

Cemento y naturaleza, sofisticación frente a lo tribal, cosmopolitismo y alegría de vivir, sólo una parte de Brasil, pero mucho Brasil.


1 comentario:

Anónimo dijo...

OLE!