viernes, junio 15, 2007

En ausencia de Manolo Carvalho

No abundan en nuestra sociedad, en estos tiempos que corren, figuras que conciten influencias y sinergias de tanto arrastre como la de Manuel Vázquez Montalbán. Su nombre, casi cuatro años después de su muerte, sigue pareciéndonos familiarmente unido a una cotidianidad pensante que, sin embargo, se nos revela huérfana de sus análisis y columnas (como bien escribió Manu Leguineche, su tocayo fue el mejor militante del Partido Columnista). No se cumplen aniversarios de su llegada ni de su despedida –pero si de nuestra democracia, cinco años más tarde de sus bodas de plata, que aquí todo se celebra-, tan sólo me animo a escribir estas líneas a favor de su memoria por el mero hecho de haberme topado en el maremágnum internauta con una colección de artículos que no deberían pasar desapercibidos para los que antaño le leían y para los que, creciditos ya, buscan referentes o plumas sólidas sobre las que apoyar su alumbramiento a la crítica social de cada día. Vázquez Montalbán vertía a destajo experiencia y sabiduría, vaciaba su visión tan utópica como escéptica en formatos para todos los gustos. Su ingente obra destila el firme pulso de la coherencia, de sus poemas a sus críticas gastronómicas, de sus Carvalhos a sus ensayos. Para empezar a revivirla, pueden recordar algunos de sus artículos periodísticos, pues dicha recopilación incluye desde un juramento de amor eterno a Sharon Stone a una revisión diáfana de los nacionalismos, de reflexiones tras el 11-S y su consiguiente reivindicación de las posturas antiimperialistas de Noam Chomsky a la visibilidad de movimientos definidos como conciencias externas en su lucha por fomentar redes que creen libertad. Clarificadores argumentos del fenómeno globalizador, apasionados análisis de la Barcelona contemporánea, sus particulares renuncias al capitalismo y, por supuesto, sus reveladores intentos de superación de la izquierda anquilosada e impotente, forman parte también de estos artículos. Más de uno debería recuperar para sí aquellas líneas: “ Hace un par de años sostuve la propuesta maximalista de la desaparición temporal de los partidos de izquierda realmente existentes y el paso a una fase constituyente de una nueva radicalidad basada en el análisis concreto de la situación concreta y en la metabolización de un nuevo saber social, un nuevo lenguaje y la oferta de formaciones políticas que no arrastrasen los restos de su pasada significación a través de una patética, cotidiana falsificación de la relación entre significante y significado. Si abrimos los estuches de Izquierda Unida, Partido Socialista Obrero Español, Partido Comunista de España, Iniciativa per Catalunya, Esquerra Unida, nos echaríamos a reír porque les sobra o lo unido o lo obrero o lo comunista, y las políticas efectivas cada día están más marcadas por la pulsión de permanecer o de sobrevivir. Las formaciones políticas de la izquierda no nacieron para permanecer o para sobrevivir, sino para cambiar las relaciones humanas según ideas de progreso y a partir de un determinado nivel de evolución. Esa idea de cambio para el progreso se ve cuestionada hoy por la carencia misma de una idea de progreso común a la izquierda y servida por estrategias posibles pero intencionalizadas. Para salir del círculo vicioso de una izquierda que se muerde la cola no queda hoy otro recurso que la presión de una ciudadanía a la vez crítica y consciente que vaya de la pasividad del voto a la actividad de la presión social mediante la organicidad. Diluir esa organicidad en cualquier formación política tradicional significa contribuir a alimentar el ensimismamiento burocrático y a aquellos poderes fácticos escasísimos que los partidos colocan por encima del bien y del mal y por encima de sí mismos para que hablen de usted a tú, nunca de tú a tú, con los señores del mercado y el misil inteligente.”

No hay comentarios: