jueves, septiembre 20, 2007

Ajoblanco y libertad

Primero vivir y más tarde escribir acerca de lo que uno ha vivido

Casi con esta frase, José Ribas cierra la encomiable reconstrucción de una parte de su vida que es coincidente con la andadura de un país en plena ebullición. Los 70 a destajo es un libro cuyo juego de palabras encierra el frenesí de un hombre durante una transición fraguada a lo largo de intensos años de vivencias, experiencias, ilusiones, sueños y frustraciones. Sus memorias son las de una generación que vivió la vida a dentelladas. Y se trata de España, no de otro lugar.

Devorar las páginas de este tour de force lleva al lector, novato o incrédulo con según qué episodios de aquella fase de nuestra historia, a descubrir el alumbramiento de la revista Ajoblanco, un proyecto liderado por el propio Ribas desde casi su adolescencia y que supuso un hito en la concreción de un producto libre y libertario. Un movimiento sincero enfrentado al individualismo y nihilismo anglosajón, asumido también como superación de un hippismo ya resuelto como ineficaz. Las teorías libertarias expuestas en la revista se hacían eco de la nueva arquitectura, del urbanismo de “La cuidad del hombre”, de la sexualidad libre –que no meramente hedonista-, de los ateneos espontáneos, de la ecología, del humanismo y de la antipsiquiatría.

Pero este recuerdo se expone mediante la implicación sentimental del autor a través de un repaso a su evolución personal. Primero su educación religiosa, luego su vocación universitaria, su relación familiar, sus amigos y amores, sus encuentros fortuitos, las idas y venidas de personajes inolvidables para él y, a veces, cercanos a nuestro conocimiento, sus pensamientos más íntimos, sus complejos y sus fantasmas. A tumba abierta, José Ribas se abre en canal y consigue conectar con mecanismos adormecidos en nuestros imaginarios. La juventud de hoy no es la de ayer, el grado de intervención en la sociedad, la capacidad de mimesis, el apoltronamiento, la desidia, todo varía en función del momento y de otros muchos factores. Sin embargo, algo conecta con nosotros mismos.

Además, revela el politiqueo en el seno de la universidad, la lucha obrera y la importancia desposeída del sindicato anarquista de la CNT. También desenmascara a los leninistas, apunta el exacerbado dogmatismo de la gente de El Capital –véanse aquí tanto marxistas como capitalistas-, resucita el teatro social, desmitifica actores y momentos de nuestra intocable transición democrática, rememora los asesinatos de Atocha y del anarquista Puig Antich, celebra las Jornadas Libertarias Internacionales, el Canet Rock y la vorágine roquera, la convivencia con las drogas y la posterior caída a los infiernos de la heroína, denuncia el engaño de las socialdemocracias y la infiltración de los grupos radicales para desactivar el movimiento libertario, escenifica la conexión siempre fructífera entre Madrid y Cataluña, sortea el excesivo culturalismo, aboga por la eliminación de la jerarquía, describe las comunas de Ibiza, Menorca y la Costa Brava, abraza la homosexualidad con ternura y vértigo. Siempre es su punto de vista, claro está, pero nos vale.

Como muestra de su declaración de intenciones, vale este extracto de una conversación con su padre: “Y que hiciera la revista siguiendo el dictado de mis convicciones, que él también las había tenido y que si yo era verdaderamente anarquista siguiera la moral libertaria, pero que no me dejara embaucar por ningún tipo de violencia ni extremismo. Insistió en que la violencia era el peor rasgo del ser humano y que jamás la usara para imponer mi credo a quienes no pensasen como yo. Le respondí que lo que pretendía era divulgar ideas y cultura libre y que la universidad me había enseñado a despreciar la demagogia y el autoritarismo. Le dije que a mi me interesaba promover una revolución cultural que hiciera el mundo más justo y vivible y que no me iba el papel de controlador ni creía que las élites tuvieran que inventar el futuro del pueblo. Supongo que le enterneció mi ingenuidad.

He aquí la esencia de unas personas que no sólo soñaron con un mundo diferente, sino que lucharon por él.

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