viernes, septiembre 14, 2007

Circo mediático: mutación perversa

Entre recomendación y recomendación, una reflexión. Así somos de apañados. Un debate en una emisora de radio centra sus comentarios en la nueva mutación que el mundo del periodismo está sufriendo en los últimos tiempos al hilo del secuestro de la niña inglesa. No se necesita dar el nombre porque a pesar de que, a buen seguro, hay más de una niña inglesa secuestrada, sólo una es foco informativo.

El debate no puede sernos ajenos. Se trata de un caso de intoxicación global. Nos afecta a todos. Medios de comunicación de todo el mundo transmiten veinticuatro horas desde el lugar de los hechos. Voces de todo calado dan su opinión en base a no se sabe qué indicios, pistas o certezas. Y, aunque el matrimonio protagonista ha atomizado el acontecimiento como ningunos otros padres con anterioridad, la calle a través de los detonadores mediáticos ha comenzado su feroz proceso de trituración. El linchamiento está servido. Uno más. Alguien desde algún micrófono irresponsable salta la liebre y el rumor se convierte en inflamable. Si el deporte de la sociedad consiste en criticar y ese deporte se practica en nuestros platós, ¡quién nos va a parar ahora!, podrían decir los directores de cadenas y programas.

El juicio paralelo parece cosa de toda la vida pero la tendencia a añadir enésimas dimensiones accesorias a las noticias en sí mismas parece no tener freno. Los afectados ya ni siquiera recurren a los agentes especializados en resolver los problemas a la manera tradicional. La confianza se traslada directamente a los medios para que sean ellos los que activen el altavoz y apliquen la presión necesaria. El estado de derecho, por tanto, parece rediseñarse pues los pasos y las prioridades se intercambian. La justicia pierde pegada y credibilidad. El peso de la voz televisada lo es todo.

La mutación consistente en orientar el Gran Hermano a distintas esferas de la realidad y ampliar su lupa, desvirtúa hasta la náusea el concepto del periodismo. Casi no hay una profesión en la que en el mismo saco quepan actores tan dispares. Lo mismo vale un titular de la BBC que una cámara oculta del Tomate. Y, como bien apuntaba con valentía Juan José Millás en dicho debate, a veces todos formamos parte del mismo circo, aunque nos creamos distintos y pensemos que nosotros actuamos en el Cirque du Soleil. No, en realidad somos funambulistas, magos, leones desdentados, payasos tristes o público con algodón de azúcar del mismo circo de mierda.

No hay comentarios: