martes, julio 21, 2009

La mayor historia (mentira) jamás contada

Pongo la tele anoche y me encuentro con los caretos de Donald Rumsfeld, Henry Kissinger y Richard Helms, éste último director de la CIA durante el mandato Nixon, los otros dos de fama sobradamente conocida allende los mares. Resulta que es el día de la luna y su conquista yanqui. Se trata de un documental que no he visto empezar. Estos tipos, además de algún otro de similar corte tenebroso, recuerdan orgullosos ante la cámara las circunstancias en las que Nixon –sí, esa cabezota loca que sale en Futurama- quiso llevar a cabo un plan tan inverosímil como fascinante. Como desde la NASA le auguraban que no se podrían mandar imágenes de los primeros pasos del hombre sobre la superficie lunar, ante la ira desatada del presidente, su fiel consejero Rumsfeld le sugirió al oído la posibilidad de rodar unas cuantas escenas y de hacer unas cuantas fotos de ese momento único en el devenir de la historia y clave en la victoria definitiva del imperio norteamericano sobre el gigante diablo ruso improvisando un tinglado hollywoodiense. El documental venía a corroborar las tesis conspiranoicas de tongo total pero multiplicado exponencialmente. La bandera ondeando al viento inexistente de la luna, la cámara Hasselblad resistiendo temperaturas extremas, la huella profunda del astronauta Armstrong en una gravedad que le hacía pesar no más de 30 kilos, la iluminación de estudio de las fotos que pasaron a la posteridad… ¡Hasta una foto de Kubrick –al que acudieron para poder filmar todo en los estudios de la MGM de Londres- abandonada en la superficie del falso satélite! Todo.

Bueno, todo no. También se abordaba el cague que le pudo entrar a Nixon ante la posibilidad de ser descubierta tan fantástica chapuza y la consiguiente operación puesta en marcha para buscar, cazar y eliminar todo testigo del rodaje. El doble de personal armado que fue destinado para dar con los huesos de Sadam. Todos muertos en accidentes sospechosos. Uno de los últimos supervivientes de aquello liquidado diez años después tras ser encontrado en una escuela judía de Nueva York. ¡Diez años después! Rumsfeld no se corta al justificar dicha decisión. Yo trago saliva. No doy crédito. El más divertido todavía lo pone Vernon Walters, un veterano general y diplomático norteamericano que accede a contar más de la cuenta pero a micrófono cerrado. Esa misma noche le da un yuyu cerebral y casca. Ayayay. Cuando los ojos se me salen ya de las órbitas y estoy a punto de preparar un kit de salvamento para huir del país por haber sido espectador de tanta información clasificada, aparecen de nuevo todos estos energúmenos más relajados, descojonándose a mandíbula batiente en plan tomas falsas. El documental es un vacile. Se llama Operación Luna (The dark side of the moon). Me lo había tragado enterito. Era todo mentira. ¿Seguro?
Aquí una persona de mi entorno más cercano, N.P.B. (doy sus iniciales porque todavía tengo mis recelos y hay que ser prudentes) sigue pensando que todo aquello fue un montaje, que la llegada del hombre a la luna pudo ser la gran mentira de la historia de la humanidad. Ver desfilar mentes tan siniestras y peligrosas como las que salen en la película, aunque sólo sea para ajustarse a un guión de sainete, no deja de ser poco tranquilizador. Si estas personas todavía gobiernan su país y el mundo desde las sombras estoy dispuesto a creerme casi todo. Lo que está claro es que Nixon y su época siempre proporcionará parte de la mejor literatura chunga del siglo pasado. Ustedes verán si se la creen o prefieren sonreír.

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