miércoles, septiembre 29, 2010

Ruidaco del bueno: felices en la charca de barro

Hoy me he quitado por fin la pulsera del TurboRock. Un festival raro raro que ha durado casi una semana pero que en realidad nos ha tenido concentrados en el Rock Kitchen de Madrid apenas tres sesiones y en días de diario. El plato fuerte de ayer, y con el permiso de los Young Fresh Fellows, fue Mudhoney, uno de mis grupos favoritos desde que me metí en aficiones ruidistas, para que lo sepan ustedes. Era la segunda vez, pocas han sido la verdad, que me enfrentaba a estos reyes pobres del grunge y salí tambaleando. El espectáculo sonoro en una sala de pequeñas dimensiones como la madrileña hacía pensar por momentos que habíamos retrocedido en el tiempo y nos encontrábamos en 1995, o antes, o que en cualquier instante podría aparecer por el escenario qué sé yo, Nirvana o Green River. No aparecieron -imagínense qué sustito- porque Mark Arm, Steve Turner, Dan Peters y Guy Maddison -qué le vamos a hacer, echamos de menos a Matt Lukin al bajo- siguen siendo los auténticos supervivientes de la generación Seattle, al menos los más aferrados al terruño, el que vendió a medio mundo la imagen de vaquero raído y distorsión garagera. Más allá de por su propuesta musical, Mudhoney siempre me cayó bien por ser la única banda que se encontró a gusto con la etiqueta del grunge. Ellos lo eran, les pareció divertido y jamás se perdieron en lamentaciones. Tenían sentido del humor, les gustaba hacer el payaso y jamás daban la impresión de saber lo que era una depresión. Igualito que sus compis de hornada. Además, tenían talento. Y aún lo conservan, intacto como su aspecto, cultivado a base de decibelios y supongo que bastante cerveza. Parecen los mismos de siempre, todavía se les puede calificar como los "campeones del fuzz y el feedback" como les define Mark Deming en su crítica para allmusic del último disco lanzado hasta la fecha: The Lucky Ones. Así salimos anoche después de hora y media de ruidaco del bueno, cerdos tras chapotear en una bonita charca de barro, como su propio nombre indica.
Observen el disco de la semana, su colosal antología March to Fuzz. Ahí está todo. Chapoteen con alegría.



Touch me, I'm sick, su gran himno. El himno hedonista de la generación X.

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