martes, octubre 05, 2010

América redneck y el ataque de los dildos

Un tipo con pinta de mamarracho se abalanza sobre otro, más curtido y viril de pura cepa, pollón en mano. No es el suyo, sino un inmenso consolador negro de plástico. En realidad amenaza con dos grandes falos, uno en cada mano. No es una situación muy normal, desde luego, sino una maniobra en la que el "atacante" intenta reproducir una peligrosa, intimidante y "del todo habitual" tesitura en la que un feroz homosexual trata de violar a un indefenso y muy hetero ciudadano de bien.
Una de nuestras aficiones y temas recurrentes como analistas rigurosos de la sociedad global es simple y llanamente Estados Unidos de América. Aquí hemos versado las glorias de Steinbeck, las miserias del puritanismo más reciente, las bondades de su música y artes genuinas, las contradicciones en definitiva de un experimento social hecho país-continente, un inmenso microcosmos -¿o un reducido macrocosmos?- en el que parece estar todo contenido. A veces parece, sí, que USA=Planeta Tierra. Darse un garbeo por aquellas tierras corrobora esta perturbadora idea. Logras así entender un poco el comportamiento de esa especie que lleva inoculado en su código genético el chip del americacentrismo.
Todo este rollo para una vez más alucinar con alguna de sus más divertidas puestas en escena. Hablamos de Brüno, la película que afianzó la fama del humorista Sacha Baron Cohen y que reproduce secuencias tan absurdas y descacharrantes como la que nos ha servido de introducción. Como un sucedáneo del falso documental, subproducto del género que tiende a difuminar las líneas de la manipulación y que no siempre alumbra experimentos saludables, el film tiene claras intenciones bufonescas, de mera provocación y parodia de la sociedad bienpensante o al menos de algunos sectores como el de la moda, pero en su proceso de dejar en cueros parte de la más pacata sociedad yanqui descojona y acojona comprobar cómo unos padres no tuercen el bigote ante el hecho de que sus hijitos tomen partido en un anuncio publicitario ataviados con indumentaria nazi, o que haya asociaciones dispuestas a enderezar la conducta gay -dirigidas por cierto por señores muy formales y ya canos que no pueden ocultar sus ojos rijosos ni su reprimido sentimiento homo-, o que el estereotipo del redneck con gorra y rifle se ajuste pelo a pelo a la cruda realidad, o que todavía tenga peso y espacio en las comunidades algo tan pintoresco como el concepto de la supremacía blanca. O que haya gente que no dude en dar clases de autodefensa personal a un tipo que pide poder identificar a los gays por la calle, un tipo como Brüno que se lleva a clase un par de dildos porque por supuesto los gays atacan a la gente formal por la espalda para después violarlas con grandes pollas de plástico.

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