viernes, marzo 04, 2011

Mourinho, el hipócrita


Lo siento señores. Hoy no vamos a hablar de minucias como el paro, Sortu, Gadafi o las nuevas medidas energéticas. Hoy, este blog, se pone de punta en blanco (nunca mejor dicho) para hablar del tema que más fascina a los españoles: Mourinho. Mourinho, el hipócrita.
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Da igual que el Real Madrid haya sido el club más importante del siglo XX, aunque en el siglo XXI vaya de ridi en ridi, da igual que tenga más Copas de Europa que nadie sin que vea peligrar su reinado y que sea uno de los equipos más laureados de la historia. Florentino Pérez vendió este verano su alma al diablo. Por rascar un título más, obvió cualquier escrúpulo y escogió el atajo más flamante, un tipo malencarado pero victorioso. Todo por una copita más para las vitrinas, todo por recortar un palmo la posición hegemónica del Barça más brillante de siempre. Pero cuando fichas a un perro ladrador, tienes que saber que tendrás que encontrarte a solas con a lo mejor un perro mordedor, y ese perro mordedor no sabe de dueños ni jerarquías, es rebelde, indómito, es un special one, y corres el peligro de que ese perro acabe mordiéndote.  

Un club con la masa social del Real Madrid, con aficionados por todo el planeta, ¿no puede encontrar a otro mesías que no sea Florentino Pérez? ¿Tiene que verse abocado a un vacío de poder que le lleve a entregar de nuevo las llaves al mismo que le dejó tirado una vez? ¿Tan estrecho es el margen de convocatoria que ni siquiera en una situación de desgobierno nadie haya sido capaz de presentar candidatura alternativa? Esta coyuntura inverosímil de sumisión total al ser superior ha sido el caldo de cultivo en el que se ha definido el brazo ejecutor de la casa blanca, lo que un ínclito periodista deportivo acuñó como la "prensa mamadora del movimiento". Y que conste que en otras partes también se maman otros movimientos. Así, un repollo con lazo, un cursi bien trajeado y con voz engolada, dirige un periódico al más puro estilo piyei, como quien se cree a sueldo del padrino, el que le dicta a quien atizar y a quien encumbrar. Pega al tal Pellegrini, alaba a don José. Asqueroso.

Pero vayamos al personaje:
Mourinho es egoísta, prepotente, cínico, desafiante, cobarde, chulo, fanfarrón, listillo, demagogo... Y Mourinho es hipócrita. Siempre lo ha sido y las últimas declaraciones así lo evidencian de nuevo. El entrenador del Málaga hizo una maniobra dialéctica para obligar a Mou a mover ficha. Mou no se cortó y sin mover una pestaña demostró su ambigüedad, su capacidad de vacile, su hipocresía. Porque, entre otras cosas, le encanta llevar la contraria. Él siempre lleva la razón, él es el único que puede criticar. Si alguien le echa un capote, se revuelve y viene con flores a María, porque cuando quiere saca a relucir cortesía y dulzura. No es que sea maleducado. Él sabe ser correcto. Es que no le importa ir a saco cuando le da la gana. Ese es su espíritu. Ir por libre. No es un hombre de club, él mismo se encarga de recordarlo. Cuando deje de interesarle, no le dolerán prendas en castigarlo. Por encima de todo está su currículo. Es el peaje que la empresa deberá pagar, ya sea con finiquitos, ya sea con turba mediática. Ya se sabe, cuando el diablo se aburre, espanta moscas con el rabo.

Donde no llega su fútbol, tiene que llegar su personaje, una construcción estudiada que encaja a la medida en el apelativo de "gilipollas". Él será un amante padre de familia, un tipo entrañable y de buen trato en las distancias cortas, pero su disfraz profesional es precisamente ese, el del entrenador "gilipollas".

A pesar de todo, hablamos de un hombre personal y profesionalmente hecho así mismo. La libreta heredada de Van Gaal habla de su perfeccionismo compulsivo, de ser un obseso de los detalles. Eso no es malo. Por eso, cada gesto está estudiado. A Mou le ven en la pantalla, pero él también ve la pantalla. Él sabe taparse la boca para que no le lean los labios; sus ayudantes, no. Domina aparentemente todas las suertes del negocio, y su negocio cuenta con sus apariciones públicas en conferencia de prensa como herramienta imprescindible para completar su trabajo. Su carácter fuerte y beligerante le hace seguir teniendo al pueblo de su lado. A su pueblo, claro. Y no le faltan dotes de seducción. Incluso a mi madre le parece atractivo. Ay, las canas.

Pero el pueblo parece cegado por sus encantos. La imagen del Real Madrid aparenta resentirse, pero también parece claro que quien más se fija en esa imagen es el aficionado no-madridista. La imagen, a la postre, es la victoria, es la copa orejuda o el copón bendito levantado por un tipo con brazalete. El premio al juego limpio se lo dan a un simpático equipo de mitad de la tabla. Pero claro, sin esa imagen de la victoria, lo que queda es la soledad del campo de batalla, la frustración insoportable. Los buenos modales también contribuyen a construir el señorío, con el que Mou se atreve a ironizar. "La estrategia de comunicación del Real Madrid soy yo", también se atreve a afirmar. Menudo campeón. Total, Floren le ha entregado su alma... ¿Qué queda del club? Él opina de todo, arremete contra todos, ofende a colectivos y a ciudades enteras, es empleado, portavoz, jefe, director, presidente y mercenario, todo en uno. Toda una empresa centenaria a sus pies en tan solo unos meses. Una bestia parda. Sin embargo, hay que reconocer que el tipo es una juerga diaria.

Como diría aquel, vaya chapa les he soltado.

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