Llegamos directamente del pedregal de Boadilla del Monte, la versión madrileña del Summercase Festival y aún no nos hemos deshecho de la capa de polvo blanquecino (Naaaada de Angel Dust, nada) adherida a nuestra ropa y a las paredes de nuestra garganta. A nosotros si que nos deberían dar con una buena estera, pero bien duro en nuestro culet... Bueno, que aquello fue una polvareda de tesno y wakanroll. A la verde organización de todo debutante y a las picajosas medidas de seguridad (unos doscientos controles policiales en las inmediaciones del pueblo, en las redes de acceso y hasta en el alcantarillado en un radio de cuarenta kilómetros a Pero bueno, a pesar de nuestras artrosis, nuestras toses secas producto del erial y de nuestra edad avanzada curtida en mil batallas a lo largo y ancho del mapa musical patrio, hemos de reconocer que más de una banda nos emocionó y nos llegó dentro, muy dentro, hasta los higadillos. Sin ir más lejos, la actuación de Primal Scream, con un Bobby Gillespie bastante contenido para lo suyo y un sonido tremebundo que consiguió volatilizar las cuerdas y las mandolinas de su último trabajo en favor de una muralla de rock ensordecedor de lo más cafre y delicioso. El segundo día, nos privó la magia de Greg Dulli, el gentleman de Twilight Singers, el gentleman de los inmensos Afghan Whigs. 40 escasos minutos de show que supieron a gloria, a soul guitarrero, a intensidad negra, a banda sonora de hace mil años, a clase magistral de un superviviente de tiempos convulsos. Faltaron mil y una versiones pero la bocanada de Dulli no dio para más. Inmensos. Y como vértice perfecto, el pulso de clase y sonido Bristol de Massive Attack. Espléndidos y poderosos, con una base rítmica nuclear y dos voces de leyenda, la del héroe reggae Horace Andy y
Otros momentos destacables: New Order en ocasiones, Razorlight, la carpa a reventar botando de éxtasis con Chemical Brothers, la pirámide de Daft Punk, Super Furry Animals y el fin de fiesta a cargo de Fatboy Slim.
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