lunes, marzo 05, 2007


A Morricone le conceden –soez expresión viniendo de la Academia de Hollywood- un Oscar y entra en el olimpo de los mitos italianos galardonados con una estatuilla. Como bien dice en la reciente entrevista publicada en el colorín dominical de El País: Sí. Ya se lo han dado a Fellini, a Antonioni, a Dino de Laurentiis, a Sofia Loren y a mí. No está mal representado su país. El anciano cascarrabias luce una gruesa coraza que le ayuda a no ceder un ápice la visión que pueda tenerse de su recta personalidad, de su mirada implacable, de sus decorazonadoras respuestas. Si acaso puede agrietarse al comprobar la desazón que provoca en sus interlocutores, dando paso al abuelete que a buen seguro debe ser en la intimidad de su caparazón. Pero le da hasta para criticar la banda sonora compuesta por su colega Clint Eastwood para su última película. Genio y figura, y es que a Eastwood aquí le ve más como un intruso que como un cowboy o un cineasta de altura.
Y, a pesar de que él denueste sus trabajos en el spaghetti por su irrisoria proporción respecto al resto de su obra, es imposible no machacarle con aquellas polvorientas instrumentaciones de Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Otra cosa hubiera sido si le hubieran dado el premio por su composición para La Misión, tal y como él mismo creyó haberse merecido.
En cualquier caso, está claro, como reza su último y heterogéneo disco de homenaje: We all love Ennio Morricone.

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