viernes, noviembre 07, 2008

Costa color caca

El otro día se inauguró una nueva edición del Meeting Point, el Salón Inmobiliario Internacional que se celebra en Barcelona. Ante el feo panorama, ¿cabría esperar unas expectativas diferentes?, ¿un cambio de filosofía, tal vez?, ¿asumir parte de la derrota y empezar de nuevo con otro enfoque? Paparruchas. El mensaje permanece intacto. Construir, construir y construir. Vender, vender, y vender todavía más. ¿Qué nos han cerrado el chiringuito nacional? Busquemos otros horizontes, otros suelos, queremos decir, y cementemos a destajo. ¿Bulgaria? ¿Rumania? ¿La costa de Panamá? Hummm, la costa de Panamá mola, vayamos y levantemos una barrera de chalets a pie de ola.
La burbuja está pinchada pero no se escarmienta. Ellos no lo necesitan, tienen que alimentarse de la porción de pastel que les corresponde y si aquí no hay más que migajas, se buscan otra fiesta y punto.
Ayer por la noche Televisión Española emitió un Repor (así de chungo es el nombre del programa) que analizaba el caso concreto de Marina d’Or. Podía haber visto cualquier peli de terror japonés y no habría pasado tanto miedo. Lo malo es que también sentí vergüenza ajena, pena y asco. El estropicio causado por estos tiburones del ladrillo no tiene nombre. Publicidad engañosa, presión e intimidación furibunda sobre los pobres vecinos de la zona, chapuzas integrales, y crisis, mucha crisis, claro está. Infames mazacotes a tutiplén habitados por unos pocos inquilinos, atónitos ante su solitaria condición. Apartamentos vacíos en pleno enjambre colmenero cuya balconada se ha poblado histéricamente de carteles de venta. Paisaje desolado de obras a medio terminar, de calles sin asfaltar, de Mad Max cutre en la provincia de Castellón. Eso sí, con vistas al mar. Por no hablar del horror del balneario científico de aguas fecales, de las espeluznantes atracciones nocturnas en la las colonias, del mega proyecto enmoquetar media región de campos de golf, o de incluso ¡construir una pista de esquí en pleno campo de olivos! Y luego sacan al tronco vicepresidente de la empresa y tiene la desfachatez de afirmar, mirando a cámara, que todo esto responde a la demanda de la gente. ¿Quién demonios demanda una pista de esquí en Castellón? Y si lo hace, ¿por qué cojones hay que hacerle caso? Lo dejo aquí porque el “repor” daba para mucho más. Me acosté muy cabreado, sí señor.
Porque claro, es mucho pedir no ejecutar semejantes aberraciones sin este mal gusto grosero. Volvemos a lo mismo, al debate en torno a crear urbe. Una ciudad tiene que ser funcional, y también bonita, pero ser bonita no significa estar adornada sino tener armonía. La armonía es belleza. La racionalidad y la imaginación las dejamos en el apartado de lujos accesorios para este país. Menos mal que nos queda la costa marrón, que no costa caca.

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