martes, noviembre 17, 2009

Aquellos maravillosos thrillers

Cuando nos da por una cosa no la soltamos. Seguimos con el cine, concretamente con uno de los géneros que peor se está comportando los últimos años: el thriller. Pertenezco a una generación que mamó la década de los ochenta de una manera casi literal. Digamos que nos amamantó y que sigue siendo una fuente inagotable de recuerdos sublimados y fetichismo nostálgico. En aquel contexto, lejos de ser carne de videoclub, tuve la suerte de ser “obligado” a acompañar a las salas con más solera de Madrid, fin de semana tras fin de semana, a mis queridos progenitores, más que meros aficionados y que no siempre basaban su criterio de selección de películas en la impresionable mente de un tierno mozalbete. Nada más lejos de la realidad. Durante mis años de infancia, me dio tiempo a quedarme petrificado en mi butaca ante el vello púbico de Nastassja Kinski en El beso de la pantera o ante el de Debra Winger en El cielo protector, por poner una horquilla de apertura y cierre de década. Aquellas dos escenas forman parte de mi aprendizaje. Entre ambas películas –sin demasiada relación con el género que nos ocupa, por cierto-, se agolpan en mi memoria un sinfín de títulos a los que tengo un singular cariño y que, todos ellos, debido a la especial devoción paterna por lo escabroso y el “suspens” –acuérdense que hay una buena parte de la sociedad que todavía sigue llamando “restorant” al restaurante por una mala influencia francesa- tenían como nexo de unión la temática policíaca, judicial o, incluso, de susto. Todas las vi en pantalla grande.
El caso es que me he acordado de ellas, y de aquellas jornadas de cine de sábado por la tarde en el Cid Campeador, en el Carlos III, en el Luchana, o en las salas de la Gran Vía, al recuperar algunas últimamente en la tele. Mi conclusión es que ya no se hacen películas como aquellas, ni las buenas ni tampoco las malas. ¿Las recuerdan? No hace tanto de las hombreras y las corbatas a la moda de los yuppies de Wall Street.

Una pequeña selección:
El sendero de la traición (Betrayed, 1988) y La caja de música (1989), de Costa-Gavras, películas impactantes sin llegar a la hondura de Desaparecido, algo más que un thriller, una conmovedora historia de podredumbre humana, con un Jack Lemmon gigante. Por encima del resto de intérpretes, en la primera Debra Winger (otra vez ella) y, en la segunda, Jessica Lange. Aunque nunca olvidaré al nazi bastardo Mike Laszlo disfrazado de angelical abuelito con rostro de Armin Mueller-Stahl, ni por supuesto, el sonido espeluznante de aquella cajita de música.
Al filo de la sospecha (1985), con un buen duelo interpretativo entre Glenn Close y Jeff Bridges, aunque los secundarios son estupendos. La máquina de escribir, la máquina de escribir…


Veredicto final (1982), una de las grandes pelis del maestro Sidney Lumet, con un tremendo Paul Newman alcoholizado.



Sospechoso (1987). Otra mujer abogado, Cher, y un pipiolo Dennis Quaid acompañan a Liam Neeson en uno de sus primeros papeles reseñables.



Peligrosamente juntos (1986), una delicia de comedia policíaca donde, qué raro, destacan los ojazos de Debra Winger.


Falso testigo (The Bedroom Window, 1987). ¡Para qué una traducción medianamente literal cuando podemos llamarla como todas las películas de la época, incluyendo dos de las palabras más de moda del momento! Nada del otro jueves. Aunque salía Isabelle Huppert, el que partía el bacalao era la estrella ochentena Steve Guttenberg.
Único testigo (1985). Película referencia de la década, con la estrellaza Harrison Ford seduciendo a mi querida, aunque amish, Kelly McGillis.

La sombra del testigo (1987). Otro producto de la época, con su título adaptado para la ocasión, su director de éxito y sus estrellitas deslumbrantes del momento: Tom Berenger, Mimi Rogers y Lorraine Bracco. ¡Vaya trío!

Presunto inocente (1990). Aunque es del noventa, pertenece con justicia a la década anterior. Otra vez Harrison. Una rubia de impresión y una gran escena tórrida. El martillo, el maldito martillo…

Testigo accidental (Narrow Margin, 1990). No podía faltar Gene Hackman, un especialista en estas lides de la tensión argumental, en este caso con un remake de un clásico de la RKO y junto a otra prota de los ochenta, Anne Archer. Ritmo endiablado, estrés, un medioabuelo en un papel de acción. Adictiva.
Sin salida (1987). Un icono de los ochenta, con un Kevin Costner en lo más alto, un Gene Hackman de mucho miedo y una Sean Young más sexy que nunca.

FX, efectos mortales, (1986). Un poco más gore que el resto, es también un clásico del cine de intriga y del FBI de la época. Destaca el siempre inquietante Brian Dennehy, uno de los secundarios más brillantes de esos años.


Por último, el juego de los títulos alternativos: falso inocente, presunto testigo, único sospechoso, presunta sombra, falsa traición, culpable único, inocente mortal, sin presunto, sombra accidental, testigo sospechoso, sospechoso sospechoso,…

No hay comentarios: