jueves, mayo 06, 2010

Consejos de viaje

Ayer volví a ver El Turista Accidental. Asistí a su estreno allá por los últimos años ochenta -sí, con un par mis papis me llevaron de la manita a ver una peli tan indescifrable para un mico todavía con los mocos colgando- y confieso que tenía ganas de verla otra vez. Lawrence Kasdan, la pareja William Hurt y Kathleen Turner que se reencontraba tras su fogoso encontronazo en Body Heat siete años antes, y el recuerdo de unas imágenes nubladas y sombrías que reconozco no me dejaron una huella definida. ¡Estaría bueno que con poco más de diez años me hubiera gustado El Turista Accidental! Menudo ser repelente estaría hecho, seguro que mi vida se habría convertido en una especie de triste existencia al estilo de la de Macon Leary, el personaje interpretado por Hurt, un actor que siempre me ha intrigado, tal vez por mi densa influencia del cine de aquella década en donde él brilló y tuvo su apogeo. El beso de la mujer araña (Oscar incluido), Hijos de un dios menor, Reencuentro y, mi favorita claro, Fuego en el cuerpo (ambas también con Kasdan).
Total, que aunque la persona con la que compartí el visionado de la peli se me desnucara sobre el hombro a mitad de metraje y a pesar de que no terminara de encajarme del todo ese tono excéntrico en el que a veces parece sumirse la historia y que llega a parecerse a una especie de parada de los monstruos versión vecinos de mediana edad, me sedujo el retrato del protagonista cuyo trabajo consiste en ser un peculiar escritor de guías de viaje. La descripción de su manera de proceder, con esa voz en off tan ausente, nos recuerda a las rutinas del personaje de George Clooney en Up in the air, película mucho más luminosa, por supuesto. En El Turista Accidental vemos al prescriptor Macon Leary inspeccionando grises hoteles y tomando notas sobre la comida local o, sin ir más lejos en el mismo arranque de la película, dando consejos sobre cómo debe ser la maleta del perfecto viajero, ese que lo mismo debe saber pasar la noche en la terminal de un aeropuerto que debe incluir en el maletín un traje que no desentone en un funeral. Porque nunca se sabe.

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