jueves, mayo 20, 2010

Exilio en la dolce vita

Feliz en el exilio

Escucho los temas extras de la reedición del Exile On Main Street, el mítico disco de los Rolling Stones que motivó un documental que hace un par de días se pasó por primera vez en nuestra televisión coincidiendo con su presentación en el festival de Cannes. Yo lo ví ayer y, a pesar de que no me conmocionó, todavía resuena en mi cabeza la pegajosa música de aquella grabación. Para empezar, el resultado del doble álbum lanzado en 1972 como una colección algo inconexa de canciones grabadas principalmente un año antes en la mansión de Nellcôte, en la Costa Azul, sigue sonando con toda su vigencia. La que fue vituperada obra de una banda excesivamente relajada en sus excesos, con el tiempo pasó a convertirse en pieza de culto para muchos que al principio sólo adivinaban un collage torpemente dirigido por un Keith Richards pasado de caballo. Como afirma de manera ácida Jack White en la película, se trata de un disco con temas inetiquetables, algo que críticos y periodistas odian.

Más allá del poder de la música contenida en aquel artefacto infeccioso, sucio, desordenado e inmortal, Stones in exile aparece en un formato demasiado comprimido para poder reflejar la intensa y publicitada convivencia del grupo en la villa francesa. No puede centrarse en la leyenda, no puede echar mano de documentos filmados porque casi no se produjeron, no se adentra en el morbo de las pantagruélicas dietas a base de drogas y alcohol, no hay demasiados testigos de aquella Sodoma y Gomorra que den la cara, no hay excesiva chicha. Tan sólo, que no es poco, se medio comprenden las (precarias) condiciones en las que se dieron unas maratonianas jornadas de grabación sometidas al peculiar biorritmo de Keef. Sus declaraciones más expresivas de lo feliz que llegó a ser ejerciendo de anfitrión de decenas de músicos, estrellas del cine, gorrones, colgados, yonquis y desconocidos que pasaban por allí: "era el sitio perfecto. A un lado, Marsella y su facilidad para encontrar sustancias prohibidas; al otro, Italia y la mafia". Sí, el paraíso. Un niño de ocho años encargado de liar porros en serie. Un tipo que confiesa el haber entrado en la casa a pasar una tarde y quedarse seis meses. Cosas de esta troupe de gitanos del rock. Por lo menos queda clara la confrontación Jagger-Richards ("Mick es rock, yo soy roll", dice el guitarrista), la influencia bluesera a la hora de pergeñar el disco, así como el ambiente de decadencia en el que se convirtió la fiesta de pijamas, entre muebles dieciochescos y mujeres con las tetas al aire.

Dos enamorados... Ah, no, que es Gram Parsons

Pues vaya aburrimiento...





Una pena no poder comparar el documental de Stephen Kijak con el Cocksucker Blues, la peli semicensurada que dirigió el fotógrafo Robert Frank (el mismo que diseñó la portada del Exile On Main Street a partir de fotogramas de Super 8) sobre la gira de los Stones por Estados Unidos en 1972. Sus satánicas majestades ya habían dejado su exilio en la dolce vita y se habían lanzado de nuevo a propagar la palabra prohibida.

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