viernes, septiembre 12, 2008

Los abdominales de José

Desayuno hoy con la noticia del día: Aznar hace todos los días 2.000 abdominales. No dos mil, sino 2.000, con número, para que así sea más flipante la cosa. Mientras mojo la rosquilla en el Cola-Cao, el estupor se apodera de mi y no son ni las diez de la mañana. Empezamos bien. ¿Qué le pasa a este hombre? Una cosa es hacer deporte y otra cosa es que un cincuentón se convierta en vigoréxico de la noche a la mañana. ¿Dónde quedó el pádel y las carreritas por Moncloa? Ahora José se deja melenón y se pone como un toro.

Como este no es un espacio obligadamente pegado a la actualidad, y porque siempre hay alguien que supera la pluma de este cronista –aunque parezca mentira y no, no hablo de ese tipo de pluma-, recupero la columna de Enric González dedicada precisamente a este tema y que fue publicada en El País el pasado 4 de septiembre. Decía así:

Aznar
Creo que José María Aznar no se lleva demasiado bien con la empresa para la que trabajo. Mi mujer no le soporta: en cuanto aparece en televisión, cambia de canal o abre un libro. Deduzco que buena parte de los lectores de este diario tampoco son devotos de Aznar. Tengo todo eso muy en cuenta. Debo confesar, sin embargo, que a mí no me dispara la úlcera. Entiendo que Aznar confundió la invasión de Irak con el desembarco en Normandía y acabó haciendo el mequetrefe en la foto de las Azores, pero también puedo entender algunas de las razones que le llevaron hasta ese disparate. Recuerdo perfectamente la manipulación posterior a los atentados del 11-M (las instrucciones a las embajadas, la condena a ETA en la ONU), pero me repugnaron los gritos de "asesino, asesino". El tipo se empecina hasta el asco en justificar sus errores, pero sé de otros ex presidentes que también lo hacen. Más que el Aznar político, ya amortizado, me interesa el personaje que ha creado. No tanto el que se creyó Felipe II en la boda de su niña, como el tipo disparatado y políticamente incorrecto que se mofa de las campañas contra la mezcla de alcohol y volante, que llega a los congresos de su partido como si llegara a la fiesta de Blas, que luce abdominales en el yate de Briatore y, en general, se pone el mundo por montera. Yo creía que un hombre de sus características (cejijunto y hermético, digamos) no resultaría exportable. Pero ahí le tienen, convertido en un "international man of mistery". Me permito hablar de esto porque ya lo ha hecho él mismo y lo han hecho televisiones, radios y digitales: ayer sentí un pinchazo de decepción cuando negó ser el padre del hijo de Rachida Dati, la ministra francesa de Justicia. Ésa sí habría sido una foto, y no la de las Azores. Desde el Tratado de los Pirineos, España estaba esperando algo así. Con todo el respeto a la familia Aznar, quizá desconcertada, deploro el desmentido. Lástima.

Lo dicho. Yo no lo hubiera expresado mejor.

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