miércoles, febrero 25, 2009

Ongi Etorri Murakami!

La camarera de Murakami, símbolo de sus inicios

Qué gran idea, fusionar el euskera y el japonés. Bonita herejía nacional. Pero qué se le va a hacer, la cosa funciona, el no versado en ambos idiomas y culturas hace mezcla mental y se imagina la misma cosa. Un recio vizcaíno chapela en testa chapurreando lengua nipona apoyado en el muro de los campos de Mallona. Un ojos rasgados enfundado en traje amarillo limón departiendo en euskera sobre las virtudes del txangurro. Menuda osadía globalizante. La reflexión viene al caso en parte por la magnífica retrospectiva del artista Takashi Murakami expuesta durante estos días (hasta el 31 de mayo) en el Guggenheim de Bilbao.

La obra del Warhol japonés gusta a grandes y pequeños, incluso a aquellos que no toleran el manga y el mundo infantiloide y a veces ultraviolento del anime. Un paseo por sus muchecajos, sus figuras relucientes y explosivas de color, sus enormes lienzos apocalípticos y su familia de personajes animados suscita buen rollo pero también mueve a la crítica -¿revolucionario?, ¿listo con jeta?, ¿colaborador de Louis Vuitton?, ¿un buda de plata maciza?, ¿un teórico del arte?-, la que él mismo provoca cuando basa todo su trabajo en la adecuación del arte al mundo hiperconsumista del país del sol naciente. ¿Les suena? No es nuevo, claro. Antes lo hizo el tipo raro de las latas Campbell, pero Murakami arroja diferencias. Descúbranlas, acérquense al museo de la titanoflexía.

El alter ego del artista, Mr. DOB
Última foto del menda antes de ser amonestado una vez más por la seguridad del museo

Como dirían los de Muchachada, "ahí va, qué chorrazo"

Una de las esculturas más apreciadas por los niños menores de siete años

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