miércoles, septiembre 30, 2009

Fuera de lugar

Todo dispuesto para el asalto. Preparados, listos...

Llevo unos días de mucho arrime, lo confieso. Mi actividad laboral, bajo epígrafe indescifrable, por lo general autónoma, no por ello independiente, me permite recibir un chorreo incesante de invitaciones amables a cócteles, actos, presentaciones, desayunos, comidas, inauguraciones y otros saraos de prensa y más o menos alto copete en los que la gran mayoría se libra el acuerdo tácito del: “tú cuéntame lo que quieras que yo zampo por la patilla”. Quien dice alimentar el buche, dice embolsar algún producto, regalo promocional o de empresa, obsequio o prebenda. ¿Podemos llamar a esta práctica soborno? Depende. Las formas más o menos exquisitas en según qué casos libran de llamarlo de esta manera tan grosera, pero la fórmula es más vieja que la del cocacolo. Sin embargo, no me interesa comentar ahora este intercambio de favores, sino el acontecimiento social en sí. El acto, con perdón. Aprovecho, además, que Juan José Millás pasa por el Pisuerga –tantas veces lo hace- con su artículo publicado este último fin de semana en la revista dominical de El País, dedicado a una fotografía aislada y que en este caso llevaba por título Identificaciones, para unirme a sus reflexiones desde mi experiencia personal. No soy yo criatura adaptada al hábitat que nos ocupa, pues digamos que el no contar con las habilidades y técnicas necesarias para el desenvolvimiento social más básico, hace que tales carencias se vean potenciadas en situaciones limitadas a espacios cerrados y reducidos, provistos de otros seres extraños con los que se supone que hay que interactuar. No todo el mundo vale para ser gorrón, categoría elevada por algunos a profesión. Como no todo el mundo vale pare ser un simple contertulio de cóctel. Sin ir más lejos, hoy mismo me he visto deambular de un lado para otro canapé en mano, sidrina en la otra, a la búsqueda de una mirada de mero reconocimiento, de empatía circunstancial, entre grupos sellados de seres uniformados sabedores de que el individuo indefenso fuera de la manada que merodea al acecho es un excluido, un don nadie, un gorrón amateur. Cuando tienes suerte y entablas conversación, lo más normal es que aflore la banalidad, el pensar para tus adentros, y para los suyos: “¿Y este quién es?” Cuando encima tu edad y tu atuendo no están del todo homologados, amigo mío, estás perdido. El síndrome de las hijas de Zapatero o algo peor te persigue. “¿Y este (que no sé quién es) por qué está aquí?”
El alcohol ayuda, claro. Y el tabaco, al menos en mi caso. Si la reunión lo permite, me fumo hasta los muñones. Y el móvil, siempre alerta, a la que salta, operativo al máximo para echar mano de él a la menor ocasión, o sea, siempre. Las manos, siempre ocupadas. Canapé. Copa. Cigarro. Móvil. Servilleta para no convertirte en un puerco amateur a las primeras de cambio. Los corrillos hablan, te han detectado, el que no da abasto con las manos es el amateur. De poco sirve ir acompañado, que conste. Te desahogas, te ríes cuando tampoco te hace gracia nada, miras a la gente con menos disimulo, pero da igual, todo sigue siendo más o menos igual de triste y desolador. Tal vez valga el entrenamiento. Yo siento que he llegado tarde y que ni en las fuerzas especiales de cualquier embajada en las colonias británicas. Esto del cóctel es muy duro, oiga. Pero qué buena está la comida y qué pedo llevo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

karen millen online In addition to one complimentary glass of wine, beer, champagne, or margarita. longchamp soldes