jueves, septiembre 24, 2009

El primer gintonic de la mañana

Esto de hacerse pasar por periodista tiene su miga. Te obligan a estar a horas intempestivas en lugares incómodos desarrollando actividades cuanto menos desagradables. Puede sonar a ironía si les cuento que hace unos días invitaron a los responsables de este blog a la presentación de un restaurante de hotel situado a más de 120 metros de altura sobre el nivel del suelo de la capital. Puede sonar a chufla pero no. Los corresponsales de guerra y nosotros. Pocos más. La gran obra florentiniana aturde a cualquiera y tras sortear los vericuetos subterráneos de un sistema de túneles interconectados, que ríete tú de la callecita de Gallardón, accedemos a las tripas de la torre Beckham. ¿O es la Figo Tower? Bueno, una de esas, bajo tapadera SyV, siglas de la empresa Sacyr-Vallehermoso. Una vez dentro del Eurostars Tower, cotilleamos el lobby majestuoso y diáfano del hotel, los pantallones Apple del ciber-corner y la zona de recepción presidida por unas impactantes luminarias de fibra óptica que caen en cascada. El conjunto se antoja sobrio, incluso industrial, pero con un toque chispeante. En seguida hacemos uso de uno de los muchos ascensores que vertebran el rascacielos y en un suspiro nos plantamos en la planta 30, oídos taponados mediante. El mareo nos lo ventilamos nada más enfilar el restaurante en cuestión, un espacio en donde se cambia la grandiosidad por el intimismo y el diseño juvenil de vanguardia. Bajo una instalación de mariposas rojas, con los paneles de la obra gráfica de Nina Boy a cada lado, en lo alto de las paredes laterales, el ágape o la comilona no escapa al vértigo de unas vistas impactantes. La sierra de Madrid como telón de fondo. Siete Picos y La Bola del Mundo al otro lado de la doble piel de cristal y vidrio que protege y templa el interior de la torre. Un gintonic para empezar. Menú degustación. Manos a la obra. Un culo de Macallan para terminar. Y con los efluvios del escocés de malta todavía haciendo su trabajo, de nuevo a bordo del ascensor que recorta aún más el tiempo de distancia en caída libre. Después, visita y repaso a cada uno de los rincones del hotel y luego, a casita que llueve. Lo dicho, hemos echado el día.





No hay comentarios: