jueves, marzo 27, 2008

Cariño, no es lo que parece


El domingo pasado, el diario El País publicó un curioso reportaje titulado “El negocio de la infidelidad”. Reflejaba la proliferación de empresas especializadas en dar cobertura a la mentira conyugal, como recurso desesperado de la parte infiel y como estratagema que, a pesar de todo, no logra sortear el ojo avizor del detective de turno. Uno que está puesto por imposiciones del currelo en el mundo de los love hotels no puede sino flipar ante tamaña sofisticación de la mentira, pues más allá de la existencia de estos singulares centros de amor clandestino nace un negocio capaz de cubrir una demanda tan antigua como el mundo. Compañías virtuales que ponen a disposición del corneador/a todo un tinglado –a veces alegal, en el caso de escaqueos societarios o de cualquier otra índole- de patrañas para no pisar en falso.

Especialmente recomendado para despistados, olvidadizos, cobardicas de rubor fácil e idiotas en general. O para campeones del engaño que necesitan de profesionales a la hora de organizar su agenda en condiciones e ir dejando tras de sí cortinas de humo a prueba de carmín sospechoso. De chupetones y marcas sexuales no hablan. Ay, me sé más de uno que de buena gana hubiera contratado estos servicios a fin de terminar de diseñar su doble vida. Ayuda inestimable del folleteo sistemático. Hoteles fantasma, seminarios inventados, merchandising de pega, ecos telefónicos, hasta souvenirs de coña. Los tiempos cambian que es una barbaridad.

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