jueves, junio 05, 2008

La ciudad del ruido

Madrid, camino de ser sede olímpica. Y dale. Qué empeño.
Faltan dos horas para que mi despertador me interrumpa el sueño, suena el teléfono fijo y al descolgarlo una voz crispada me desvela con increpaciones confusas. Se ha equivocado. Vuelvo a la piltra y una hora después, un martillo neumático se apodera de mi calle y taladra mi sensible cabeza sobre la almohada. Mil y un insultos dedicados a la empresa responsable. Comienza el día en mi ciudad.
Una mañana cualquiera, un amanecer común a miles de ciudadanos enajenados y a mil por hora camino de las Olimpiadas. Madrid lleva tiempo siendo una ciudad cada vez menos amable, más ruidosa y contaminada, más poblada de cláxones, gritos y miradas inyectadas en sangre. Volver de una tierra de silencio redescubre este panorama y hace constatar que, por muy suave que uno aterrice, el suelo firme vibra que te cagas y te vuelve a poner en órbita de estrés. El espíritu olímpico debería incluir entre sus premisas la proyección de una forma ejemplarizante de vida, pero con Madrid –no me meto con Londres, Nueva York, París, Tokio o la misma Pekín, escenario de muchos otros pecados- el espejo se nubla y a saber qué imagen es capaz de reflejar. Si una ciudad son sus ciudadanos, aviados estamos. Nuestra concejala, doña Ana Botella, Delegada del Área de Gobierno de Medio Ambiente y segunda Teniente de Alcalde de Madrid –glups!!!- no está dispuesta a pinchar su burbuja de laca con la que congela a diario su mata de pelo y su sonrisa de lata pero es intolerable que no reconozca el Madrid irrespirable y claustrofóbico, y no contribuya –por ejemplo acompañando a su marido a la Conchinchina- a mejorarlo en absoluto. Porque soy de la opinión de que los decibelios deberían estar reservados a la esfera de lo privado, casi como prescripción facultativa que incluya escuchar de vez en cuando a Motörhead a todo rabo, como magnífico y eficaz depurador de impurezas.

Por una ciudad más habitable, saludos desde la ciudad del ruido.

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