martes, junio 09, 2009

Vidas corrientes: un día en la historia de Mötley Crüe



Ya estamos en un dilema habitual: trapiñarme su autobiografía (Trapos Sucios) o dosificarla para que el placer sea más largo. Al grano.
Pongamos que nuestros cuatro bandarras favoritos están de gira con su adorado Ozzy Orbourne. Una noche de farra en el autobús para llegar a una nueva ciudad donde volver a liarla parda…

En una ocasión, esa ciudad resultó ser Lakeland, Florida. Salimos del bus bajo el calor de la mañana, y nos fuimos directos al bar, el cual estaba separado de la piscina por una ventana de cristal. Ozzy se quitó los pantalones y metió un billete de un dólar en su raja del culo, entonces entró en el bar, y ofreció el billete a cada pareja que había dentro. Cuando una mujer mayor comenzó a maldecirlo, Ozzy cogió su bolso y comenzó a correr. Volvió a la piscina si ropa excepto con un minúsculo vestidito que había encontrado en el bolso de la anciana. Nos descojonábamos, sin estar muy seguros si sus travesuras eran fruto de un perverso sentido del humor o de un severo caso de esquizofrenia. Cada vez más, tiendo a pensar lo último. Allí estábamos todos, con camisetas y pantalones de cuero, Ozzy con su vestido, cuando de repente me dio un codazo.

"Hey, colega, me apetece meterme un tiro".
"Colega", dije, "nos hemos quedado sin coca. Quizá puedo enviar al conductor del bus a por más". "Dame el cilindro", dijo, sin inmutarse. "Pero, colega, no hay polvo". "Dame el cilindro. Tengo un antojo".
Le pasé el cilindro, y se fue hacia una grieta en la acera, agachándose sobre ella. Vi una larga columna de hormigas, marchando hacia una pequeña trinchera de arena construida justo donde el pavimento se topa con la porquería. Y mientras pensaba, "No, no lo hará", lo hizo. Puso el cilindro en su nariz y, con su desnudo blanco culo saliendo de debajo del vestido como una tajada de melón, tragó la columna entera de hormigas usando su nariz con una sola y monstruosa aspiración.
Se levantó, echó hacia atrás su cabeza, y terminó con una poderosa esnifada derecha que probablemente envió a una o dos hormigas descarriadas hacia el fondo de su garganta. Entonces se levantó el vestido, se sacó la polla y comenzó a mear en el pavimento. Sin ni siquiera mirar a la creciente audiencia (todo el mundo del tour lo estaba mirando, mientras la vieja señora y las familias en la piscina pretendían simular que no), se agachó, y metiendo el empapando vestido en el charco, lo lamió. No sólo lo rozó con su lengua, sino que dio una docena de largos, persistentes y sonoros lametones, como un gato. Entonces se levantó, ojos llameantes y boca húmeda de orina, me miró y dijo "!Haz lo mismo, Sixx¡".
Tragué saliva y comencé a sudar. Pero este era un reto que no podía rechazar. Después de todo, el había hecho mucho por Mötley Crüe. Y, si queríamos mantener nuestra reputación como la banda más cretina del rock, no podía echarme atrás, no con todo el mundo mirando. Me desabroché los pantalones, saqué mi polla delante de todo el mundo en el bar y en la piscina. "Me importa una mierda", pensé para darme coraje mientras creaba mi charco. "Chuparé mi meado, que más da, viene de mi cuerpo de todas formas."
Pero cuando me agaché para terminar lo que había comenzado, Ozzy apareció y me apartó. Allí estaba él, a cuatro patas delante de mí, lamiendo mi meada. Levanté mis manos: "Tú ganas", dije.
Y lo hizo: a partir de ese momento siempre sabríamos que, estuviéramos donde estuviéramos, fuera lo que fuera lo que hiciéramos, habría siempre alguien más enfermo y desagradable que todos nosotros.


Amén. Próximamente les ilustraremos con nuevas anécdotas y chascarrillos de este grupillo de parroquia.

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